La poesía del Doctor Balaguer

La poesía del Doctor Balaguer

R. A. FONT-BERNARD
Se me ha seleccionado, para que sea yo, uno de los expositores, de la serie de disertaciones programadas con motivo de la conmemoración del primer centenario del nacimiento del doctor Joaquín Balaguer, nacido el 1 de septiembre del año 1906. Una escogencia que me enaltece, como un reconocimiento de mi vinculación con él, y receptor de su magisterio intelectual, durante un período de más de cuarenta años.

En consecuencia, considero un privilegio, la oportunidad de reencontrarme con él, en un presente que ya es un espacio para la nostalgia. En esta ocasión un reencuentro con el doctor Balaguer poeta, y devoto del misterio de la poesía.

No me parece ocioso consignar para el beneficio de quienes lo ignoran, que la iniciativa actividad literaria del doctor Balaguer, fue la publicación con apenas catorce años de edad, en el 1922, su obra titulada “Salmos Paganos”, seguida consecutivamente por “Claro de Luna” y “Tebaida Lírica”, con lo que se constituyó en el más joven de los poetas dominicanos con obras publicadas. Fue aquella, una cosecha poética en agraz, en la que como era natural, en la misma estaban presentes los “lirios”, los “mármoles”, las “perlas” y las “rosas”, en una fragante conjunción de palabras, escogidas para cincelar el ánfora de una frase. Pero ¿Cómo a su edad -adolescente- hubiese podido escapar de la influencia de Rubén Darío, el dios mayor del Modernismo?.

De esa época data su poema “Dudas”, calificable como un ingenuo temblor, un inefable azoro, ante la perfección ática de unas manos:

“Yo dudo si tu mano,
es una flor o un pétalo lozano;
dudo de su traslucida tersura y dudo de su albor,
porque tan pronto evoca un alba pura,
como evoca una flor”.

Era ya, el lírico puro, que en su escenario de cielo y mar, nos recuerda que el lirismo tiene elocuencia, sus efectos de buena ley, luego purificado en el poema titulado “Similitud”, que califica para figurar en cualquier antología de la poesía castellana:

“El pálido crepúsculo se pierde
sobre la linfa de la mar dormida.
Y va volando sobre el agua verde.
La gaviota con el ala herida.

La obstinada gaviota no se cansa
de buscar la región desconocida.

Y vuela como el adiós de una esperanza,
al caer la tarde enrojecida.

Triste gaviota que en la mar dormida
se hundió una tarde con el ala herida
por un pedazo de bruñido plomo.

Así, en el mar sin ribera de mi vida,
se perdió mi esperanza que era como,
una gaviota con el ala herida”.

Luego de un prolongado interludio, en el que como me dijo, “hay que defender la sacralidad de la poesía”, protegiéndola durante la etapa de la dictadura, con varias obras de carácter histórico, biográfico y didáctico, entre las que destaca “El Cristo de la Libertad”, Azul en los Charcos”, “Semblanzas Literarias”, “Los Próceres Escritores” y otras. Un lamentable acontecimiento familiar, el fallecimiento de su venerable madre, doña Carmen Celia Ricardo Vda. Balaguer. El doctor Balaguer, se encauzó nueva vez, hacia el cultivo de la poesía, con unos versos dorados como la luz matinal, seleccionados para su obra titulada “Cruces Iluminadas”. En esta etapa de su creación poética -poesía de la madurez-, sus versos no son ya, la canción y el gozo de su adolescencia, sino desgarramiento y nostalgia, en una confirmación de que el poeta no es solo el versificador, sin además, un iluminador de la palabra y un intérprete de la sublimidad de los sentimientos. De esa sublimidad, es un ejemplo, el soneto titulado “La Ceguera de mi madre”:

“Rodeada de tinieblas, sumergida
antes de tiempo en una noche larga,
llevaste ese dolor como una carga,
por la paz del Señor fortalecida.

La ceguera en tus ojos extendida,
te impidió contemplar cuanto es de amarga,
la tristeza mortal que nos embarga,
al llegar la suprema despedida.

Tu ceguera también nos permitía
engañarnos; yo a ti si te mentía
cuando me hallabas muchas veces triste;
y tú por que llevabas encubiertos,
pesares que jamás descubriste,
en el espejo de tus ojos muertos”.

A partir de “Cruces Iluminadas”, quedaron atrás, las sonoridades modernistas de la juventud, con un lirismo cuya pureza, recuerda a San Francisco de Asís, cuando al cantarle al agua que caer del cielo, solo acertó a exclamar: “Hermana Agua”.

Afirmó don José Ortega y Gasset, refiriéndose a esa alta cumbre de la poesía universal, que fue Johann Wolgan Goethe, que había en este, como sucede en todos los poetas de raza, una predisposición orgánica a renovarse.

Como tal, “esos súbitos retoños de inspiración, con que el poeta enriqueció la poesía de sus últimos años”.

La autorizada opinión del autor de la “España Invertida”, es aplicable al doctor Balaguer, con la publicación de su obra titulada “La Venda Transparente”. Con esta, quedo confirmado, que escribir con el corazón, es la única formula para llegar a convencer. Es esta, la poesía, sin gradaciones y sin exigencias, porque el corazón no sabe, que es eso, que hay quienes suelen llamar “el lenguaje de las minorías”.

Como sus predecesores en el infortunio de la invidencia -Milton, Papini, Juan Valera, Bartolomé Mitre-, con su obra poética de la madurez, el doctor Balaguer confirmó, que como lo dijo, era “el dueño de un mundo de cristal que no envejece”. Ejemplo su inspirado poema titulado “Remanso”:

“San Francisco de Asís, yo quisiera,
como tú fuiste con fervor cristiano,
porque así a cada espina que me hiera
su mal la devolvería,
con la prodiga sangre de mi mano.

Quisiera ser hermano San Francisco
cordero de tu aprisco.

Quiero ser el más tímido cordero,
El más presto, a la voz de los pastores,
e ir por el sendero,
a dialogar con las hermanas flores”.

Poesía pura y transparente, maravilla musical y expresiva, que convierte en gracia nueva, la áspera prosodia de un vocablo rebelde. Mensaje henchido y palpitante, con el sentido auténtico, con que lo poético da perennidad a lo humano.

Es ese, el doctor Balaguer, poeta diferente, no contaminado con esa irreverencia a la poesía pura, llamada “ismos”.    

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