La Reforma, 500 años después

La Reforma, 500 años después

Este año se cumplen 500 años del movimiento religioso-político-cultural que terminó convertido en la Reforma Protestante. El 31 de octubre de 1517 es la fecha emblemática del comienzo del remezón que el monje o sacerdote Martín Lutero promovió dentro de la Iglesia Católica y en la Europa medieval. En esa fecha hizo públicas, a la entrada de su universidad, en Wittemberg, sus 95 quejas y reclamos, conocidas como las 95 tesis de Martín Lutero. La Reforma, sin embargo, no puede comprenderse a cabalidad en su naturaleza y en sus amplias consecuencias si no tomamos en cuenta el contexto en que se registró, particularmente el Renacimiento. No se trata, como suele considerarse, de un movimiento que surgió de la noche a la mañana. Como todo hecho social, político y cultural, la Reforma Protestante es hija de un largo proceso cuyos orígenes algunos estudiosos ubican en el siglo tres de nueva era, cuando Constantino hizo del Cristianismo una religión oficial. Fue un proceso religioso e ideológico, a ratos doloroso, que como es normal en el mundo de las ideas por largo tiempo pareció imperceptible. Pero al interior de la Iglesia, sobre todo en los monasterios, en Borgoña, en Italia y en Inglaterra, por ejemplo, se registraban importantes tensiones por los reclamos de una fe y una moral más compatibles con los orígenes del cristianismo. Martín Lutero fue la figura principal de la Reforma, pero a su alrededor había figuras importantes de gran valía intelectual y religiosa. Luego llegaron otras con el calvinismo, el anglicanismo y el anabaptismo. Pero Lutero, quien nunca se propuso crear una nueva iglesia, sino lograr cambios en su Iglesia Católica, fue un hombre extraordinario, valiente, inteligente y de una completa formación intelectual. Estas condiciones fueron empleadas en el inicio y desarrollo de uno de los capítulos más trascendentes de la civilización occidental. En sus vínculos con el poder terrenal, el cristianismo siempre ha salido perdiendo, lo mismo en su versión católica que en su versión protestante. Andando el tiempo y sobre todo a partir del feudalismo, la institución religiosa se iba ocupando más de las “cosas de este mundo”, de lo terrenal, que del cumplimiento de una misión que en su credo le había sido encomendada por Dios. La salvación del alma pasó a ser, entonces, adquirible por medio de obras, es decir, comprada con dinero o con buenas obras. Quien más dinero poseía tenía más posibilidades, en consecuencia, de comprar el perdón de sus pecados presentes y futuros a través de indulgencias. Si el camino de los bienes y de las obras era el sendero adecuado para adquirir la salvación del alma, entonces la fe en el Cristo que murió por los pecados de todos los hombres y mujeres carecía de valor salvífico. Era una noción cristiana enviada a la morgue. Lutero se empina contra esa práctica. Lo hace desde la cátedra de filosofía y desde la cátedra de teología y de la exégesis de las Sagradas Escrituras, luego de profundas y largas meditaciones y estudios, en una lucha interna titánica que lo debatía entre las enseñanzas, tradición y prácticas de la Iglesia, y el contenido de la Biblia. Lutero se decantó por la fe. Lo hizo cuando solo tenía 34 años de edad. Se apoyó en las enseñanzas del apóstol Pablo de que el justo vivirá solamente por la fe, y lo que en principio y en intención solo fue una observación con propósitos de reforma o cambio interno se convirtió, merced a la resistencia del clero oficial, en un movimiento que estremeció no solo los cimientos del catolicismo, sino de toda Europa. Las consecuencias que brotarían de esta Reforma y los efectos deslumbrantes que dejaba todavía el Renacimiento, cambiaron el mundo. Se rompió el monopolio del cristianismo y nació el pluralismo religioso en Occidente. La gente menuda empezó a tener acceso directo a la Biblia y por esa vía, según Maurice Duverger, del pluralismo religioso se pasó al pluralismo político y a la conveniencia de la coexistencia de las ideas. El fenómeno de la opinión pública se abre paso con un Lutero que recurre incesantemente, gracias a la imprenta, a la discusión de sus ideas a través de folletines, hecho que le permite llevar hasta el pueblo su pensamiento y los argumentos de su defensa frente al catolicismo. Tras Lutero llegaron Ulrico Zwinglio, Juan Calvino, Juan Knox, los radicales anabaptistas alemanes y los anglicanos en Inglaterra. Toda una nueva manera de ver la religión, la ética, la economía, la política, la relación Iglesia-Estado y el compromiso social. Para los cristianos, un capítulo en lo que la teología llama la historia de la salvación.

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