La sentencia 168-13: sobre el problema que no es

La sentencia 168-13: sobre el problema que no es

Decía el Padre Avelino que dedicamos demasiado tiempo y esfuerzo a problemas que no son los más importantes, ni son los verdaderos problemas.

También nos ocurre que a la hora de discutirlos, los intereses personales, políticos y, casi siempre, la emotividad y falta de serenidad para tratarlos, nos hacen incapaces de plantear y encaminar soluciones.

La controvertida sentencia del TC 168-13 sorprendió a muchos que no esperábamos que del proceso de una sola persona pudieran derivarse gravosas consecuencias para tantos miles. Tampoco acabamos de entender lo de la aplicación retroactiva de la Ley, que aunque fuere legal, nos parece injusta.

Hemos escuchado expertos juristas, intelectuales y políticos hacer excelentes exposiciones a favor y en contra de la legalidad de la sentencia. No debe haber duda sobre el derecho de nuestro país de tomar esta soberana decisión. Pero se ha puesto demasiada pasión y muy poco rigor analítico en lo que realmente resuelve y no resuelve dicha sentencia. Porque poco o nada se toca en esta ni en el apasionado debate, sobre la solución de la situación migratoria de cientos de miles de haitianos ilegales e indocumentados que ocupan diversos segmentos del mercado laboral local, deprimiendo los salarios y la capacidad reivindicativa de los trabajadores dominicanos; y deambulan por carreteras y calles aumentando el ejército de desocupados que de un modo u otro penden sobre el presupuesto público y de la caridad y la solidaridad de la gente común. Tema que debe ser tratado lejos de toda hostilidad y fanatismo, y de los gobiernos, entidades e intereses extranjeros. Ese es el problema cuya discusión y solución del problema esperamos muy preocupados y ansiosos; mientras cientos de miles de ilegales siguen llegando a través de una frontera semi abierta, y en la cual ejército ni autoridad alguna hacen el trabajo de defensa de la territorialidad que les manda la Constitución y las leyes. Peor aún, en medio de este dime y diretes de tantas gentes importantes, y de tantos medios con gran capacidad de orientación y desorientación, nos ponemos como nación en una condición de mayor vulnerabilidad ante los viejos y nuevos adversarios, internos y externos.

Probablemente la mayoría de descendientes de haitianos excluidos por el TC o por la Constitución, son cultural y emocionalmente dominicanos. Los que tengan duda, que le pregunten a los hijos de migrantes dominicanos nacidos y crecidos en Nueva York, cuántos sienten que su patria verdadera es la dominicana.

Nadie ama a una tierra que no conoce, que ni siquiera le puede dar seguridad acerca de su futuro. Muchos de esos hijos de haitianos pueden ser más dominicanos y más leales a nuestra patria que decenas y centenas de otros que nacidos y criados de muchas generaciones, quienes con sus conductas traicionan día a día al país y a Dios desde posiciones de poder político y económico.

Como decía Avelino, seguimos enfocados en el problema que no es. ¿Será esto parte de una estrategia ideacional de grupos de poder e intereses foráneos; o simplemente, irracionalidad habitual?

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