La sociedad del escándalo

La sociedad del escándalo

Millizen Uribe

A primera vista, República Dominicana luce a veces como una de esas sociedades que Nikklas Luhmann llama descentradas. Ellas carecen de modelos. Sin embargo, una segunda mirada nos permite constatar que no estamos ante la ausencia de referentes, sino ante la falta de los referentes indicados.

Aludiendo a modelos matemáticos y físicos, vale evocar la teoría del caos, que revela que dentro del desorden hay cierto orden y que el caos en sí es un modelo de orden.

En el caso de nuestro país, en el aspecto social el desorden es el orden prevaleciente. El escándalo es el modus vivendi. Que si murieron once niños en un fin de semana en el hospital Robert Reid Cabral, que si un grupo de policías y fiscales son acusados de robarse una droga y un dinero incautado, que si en un ayuntamiento desfalcaron tantos miles de millones, que si el Congreso gastó tanto en habichuelas con dulce, que si tal contrato fue leonino…

La vida como nación se nos va de escándalo en escándalo. Las soluciones estructurales brillan por su ausencia y cada día se pierde más la capacidad de asombro. No reaccionamos. Son poquísimos los que se articulan en esfuerzos genuinos y decentes preñados de bien común.

Quienes mandan carecen de voluntad e interés para apuntar al desarrollo colectivo y más bien honran la ya instaurada cultura de “lo mío”, que se replica en muchos edificios gubernamentales, en varios despachos privados y hasta en un par de barrios.

El próximo mes cumpliremos 171 años de vida republicana y no hemos resuelto como país ni un solo de los problemas estructurales. El Estado de derecho, por cuanto es fuerte o débil dependiendo de quién sea la persona, es cuestionable, y la institucionalidad no prevalece.

Ante esto impera la necesidad de romper la inútil lógica del escándalo y empezar a construirnos como un país verdaderamente democrático, económicamente equitativo y socialmente justo. Para eso hay que cambiar los referentes: Duarte debe imponerse a Santana, y Bosch a Balaguer, en cada acción que asumamos como país, en cada paso que demos como dominicanos.

Igualmente hay que hacer ruptura con una clase política, empresarial y eclesial que persigue el poder y el dinero en sí mismos. Optar entonces por liderazgos democráticos, colectivos que busquen guiar y ayudar a que los demás se organicen, se articulen y constituyan un poder social tan fuerte que pueda luchar e influir en la construcción de una sociedad, un país, un mundo mejor.

 

Millizen Uribe

Millizen Uribe

Periodista. Editora del Periódico HOY Digital

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