La sola justicia no basta para alcanzar la paz

La sola justicia no basta para alcanzar la paz

El papa Juan Pablo II afirmó que la justicia, por sí sola, no basta para terminar con el rencor y lograr la paz. Incluso puede llegar a negarse a sí misma si no se abre a la fuerza del amor.

Las afirmaciones del Pontífice están contenidas en su «Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004» que la iglesia celebra el Año Nuevo y que la Santa sede ha dado a conocer; y advierte, asimismo, que no hay paz sin perdón.

En el mensaje, que se titula «Un compromiso siempre actual: educar a la paz», el Vicario de Cristo reitera que la paz es una realidad posible, pero también una realidad apremiante; y advierte, asimismo, que no hay paz sin perdón.

El Santo Padre recuerda que para instaurar la verdadera paz en el mundo, la justicia ha de complementarse con la caridad. Como el derecho es, ciertamente, el primer camino que se debe tomar para llegar a la paz, los pueblos deben ser formados en el respeto de este derecho, afirma Juan Pablo II. Pero advierte: «no se llegará al final del camino si la justicia no se integra con el amor».

La experiencia histórica demuestra -agrega- que la justicia no consigue liberarse del rencor, del odio e incluso de la crueldad. «Por sí sola, la justicia no basta. Más aún, puede llegar a negarse a sí misma, si no se abre a la fuerza más profunda que es el amor».

Mirando la crisis que arrecia en Palestina y Medio Oriente, el Papa repite: «¡No hay paz sin perdón!». Afirma que no se encontrará una solución a los graves problemas que aquejan a las poblaciones de aquellas regiones hasta que no se decida superar la lógica de la estricta justicia para abrirse también a la del perdón.

[b]RESISTIR ANTE EL FATALISMO[/b]

El Santo Padre inicia su mensaje diciendo: «Escuchad todos el humilde llamamiento del sucesor de Pedro que grita: ¡Aún hoy, al inicio del nuevo año 2004, la paz es posible. Y, si es posible, la paz es también una necesidad apremiante».

El Pontífice afirma que la humanidad, estremecida por odios y egoísmos, por afán de poder y deseos de venganza, necesita más que nunca reencontrar la vía de la concordia.

Recordando el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 1979 «Para lograr la paz, educar a la paz», Juan Pablo II sostiene que esta necesidad es hoy más urgente que nunca porque «los hombres, ante las tragedias que siguen afligiendo a la humanidad, están tentados de abandonarse al fatalismo, como si la paz fuera un ideal inalcanzable».

Recuerda que la Iglesia ha enseñado siempre que la paz es posible. «Más aún, la Iglesia no se cansa de repetir: la paz es necesaria», y reitera que ésta se ha de construir sobre las cuatro bases indicadas por el Beato Juan XXIII en la Encíclica Pacem in terris: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

[b]NACIONES UNIDAS Y TERRORISMO[/b]

El Santo Padre destaca, en su mensaje, la necesidad de que se enseñe a las personas a respetar el orden internacional y observar los compromisos asumidos por quienes representran legítimamente a los pueblos. «El derecho favorece a la paz», manifiesta.

Reconoce el Pontífice que la Organización de las Naciones Unidas, incluso con límites y retrasos debidos en gran parte al incumplimiento por parte de sus miembros, ha contribuido a promover notablemente el respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo.

Al respecto, insiste en su deseo formulado en 1995: «Es preciso que la Organización de las Naciones Unidas se eleve cada vez más de la fría condición de institución de tipo administrativo a la de ser centro moral, en el que todas las naciones del mundo se sientan en su casa, desarrollando la conciencia común de ser, por así decir, una ‘familia de naciones'»

Si bien el Papa reconoce que la «plaga» del terrorismo se ha hecho más virulenta en estos últimos años, exacerbando los ánimos y agravando los problemas, advierte que para lograr su objetivo, la lucha contra este flagelo no puede reducirse sólo a operaciones represivas y punitivas.

«Es esencial que incluso el recurso necesario a la fuerza vaya acompañado por un análisis lúcido y decidido de los motivos subyacentes a los ataques terroristas», afirma el Santo Padre. Y agrega que la lucha antiterrorista debe realizarse también en el plano político y pedagógico: por un lado, evitando las causas que originan las situaciones de injusticia de las cuales surgen a menudo los móviles de los actos más desesperados y sanguinarios; por otro, insistiendo en una educación inspirada en el respeto de la vida humana en todas las circunstancias.

Recuerda, en todo caso, que los gobiernos democráticos saben bien que el uso de la fuerza contra los terroristas no puede justificar la renuncia a los principios de un Estado de derecho, porque «el fin nunca justifica los medios».

Agrega que edificar la paz no puede prescindir del respeto de un orden ético y jurídico, y aboga porque el derecho internacional evite que prevalezca la ley del más fuerte. «Esto ha de valer también -agrega- para aquellos gobernantes que violen impunemente la dignidad y los derechos humanos con el pretexto inaceptable de que se trata de cuestiones internas de su Estado».

El mensaje papal finaliza con la convicción del Sumo Pontífice de que al final vencerá el amor. «Que cada uno se esfuerce para que esta victoria llegue pronto. A ella, en el fondo, aspira el corazón de todos», concluye Juan Pablo II.

[b]El Vaticano no apoyó la elección de Hitler[/b]

CIUDAD DEL VATICANO. (ZENIT.org).- La apertura de documentos ligados a las primeras décadas de la historia alemana, conservados en el Archivo Secreto del Vaticano, permite excluir todo apoyo de la Santa Sede al nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich.

Lo constata la revista quincenal «Civiltà Cattolica», dirigida por la Compañía de Jesús, que en su última edición ha reconstruido las relaciones entre el nacionalsocialismo y la Iglesia católica. El artículo está firmado por el padre Giovanni Sale.

El Archivo Secreto, abierto a inicios de este año por indicación de Juan Pablo II, afirma el experto, ha permitido «deshacer algunos lugares comunes, según los cuales, la Santa Sede habría hecho posible, a través del partido católico Zentrum, la llegada al poder del nazismo en Alemania».

«De las fuentes de Archivo resulta, por el contrario, que el Vaticano no fue informado previamente sobre las negociaciones que tuvieron lugar entre Hitler y los líderes del Zentrum sobre la cuestión de la ley de plenos poderes», añade.

«Estos, de hecho, concluye el artículo, actuaron de manera autónoma con la intención de preservar la paz social y política y salvar la Constitución».

[b]La archidiócesis de Bogotá indica tres frentes para conquistar la paz[/b]

BOGOTÁ. (ZENIT.org).- Derrotar la corrupción, lograr una verdadera reinserción de los que deponen las armas y generar más empleo, digno, productivo y estable, es la triple batalla que hay que ganar para conquistar la paz en Colombia, según la archidiócesis de Bogotá.

«Pongamos delante del pesebre de Belén estos tres regalos», anima un editorial de «El Catolicismo», órgano oficial de la archidiócesis de la capital colombiana.

La lucha contra la corrupción «no puede admitir la más mínima condescendencia»; implica «aplastar con todo el rigor de la ley los continuos brotes que afectan entidades» como «la policía y el ejército» y desterrar las prácticas que han llevado «al desprestigio de los cuerpos colegiados de representación popular», denuncia el texto.

Si bien es necesario «contar con partidos sólidos que tengan planteamientos ideológicos claros y plataformas políticas precisas», «por encima de esto se necesita que asuman criterios éticos firmes», afirma la publicación.

«En esta lucha, añade, la nación espera que sean inflexibles en sus respectivas áreas los nuevos ministros de Defensa Nacional y de Interior y de Justicia, como lo fueron sus antecesores».

En este país de más de 40 millones de habitantes mayoritariamente católico el conflicto interno colombiano ha dejado más de 40.000 muertos en la última década.

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