La soledad es mala para el corazón

La soledad es mala para el corazón

Juan Ramón Jiménez, poeta, premio Nobel y autor de Platero y yo -aquella fábula solitaria- avanzó una de las claves desesperadas de la soledad con la sentencia arriba expuesta. No disponer de compañía puede ser necesario, voluntario y gozoso, pero también uno de los gérmenes que generan problemas de salud. Las depresiones y trastornos no encuentran impulsos en la soledad.  

Cuide a familiares y amigos

Sin embargo y según unos estudios recientes, la soledad en la gente mayor de 50 años aumenta el riesgo de alta presión sanguínea. De este modo, un nuevo análisis hace hincapié en las ventajas para la salud de tener familiares y amigos.

Los científicos John Cacioppo y Louise Hawkley ya habían vaticinado las conclusiones que se extrajeron en la Universidad de Chicago. La gente más sola experimenta una presión sanguínea hasta tres puntos más alta que las personas que estaban acompañadas, lo que sugiere que la soledad puede ser tan mala para el corazón como el exceso de peso o la falta de actividad.  El estudio, efectuado a 229 hombres y mujeres del área de Chicago (EEUU) con edades entre 50 y 68 años, aparece publicado en el número de marzo de la revista Psychology and Aging (Psicología y Envejecimiento).

Cacioppo descubrió en investigaciones previas que la soledad en personas jóvenes causa problemas en los vasos sanguíneos que pueden llevar a tener la tensión alta.

Más que un problema

El romanticismo literario, empero, siempre ha asociado la introspección con la soledad y ésta, a su vez, con la expresión más íntima del ser humano. “Algunas veces vuelo/ y otras veces me arrastro/ demasiado a ras del suelo,/ algunas madrugadas me desvelo/ y ando como un gato en celo/(…)Y algunas veces suelo recostar/ mi cabeza en el hombro de la luna/ y le hablo de esa amante inoportuna/ que se llama soledad”, cantaba el autor Joaquín Sabina.

El año pasado, una investigación realizada por expertos de la Universidad de Harvard vinculó la soledad en los hombres con problemas asociados con dolencias cardíacas. Los participantes en el informe de la Universidad de Chicago recibieron un cuestionario con 20 preguntas en el que se les pidió que describiesen su grado de soledad o falta de ella.

Algo más de la mitad de los participantes se consideró moderadamente solo. El grupo solitario registró una mayor tensión sanguínea que el de los que se describieron como menos solos. Entre los que se definieron como muy solos, la tensión fue entre uno y tres puntos más alta que en las personas acompañadas.

Los países industrializados, con su trepidante ritmo de vida, son los más proclives en sufrir esta situación. Centros como la Asociación del Teléfono de la Esperanza tienen sus homólogos en distintos países del globo. No es de extrañar cuando resulta que reciben cientos de miles de llamadas de ciudadanos que se encuentran en tal tesitura.

Paradójicamente y como se suele señalar, la mujer es la que llama más porque tiene una mayor facilidad para expresar cómo se siente.

La soledad puede ser fruto del rechazo o el miedo a padecerlo, por la pérdida de un ser querido o, simplemente, por no saber participar de la convivencia.

Hombres y mujeres

Sin embargo, hay tantas interpretaciones de este estado anímico como necesidades. Como ejemplo, el popular cineasta español Luis García Berlanga siempre ha reivindicado el valor de la soledad como “solución del individuo” frente a una vida en sociedad que, particularmente a él, no le gusta.

El autor -de obras de la talla de “Bienvenido Mister Marshall” (1952), “Plácido” (1961), “El verdugo” (1963) o “La escopeta nacional” (1977)- consideraba que el principal problema del grupo consiste en que “nadie consigue nunca lo que desea”. Esto se ve reflejado en sus cintas cuando el director plantea que “en mis películas la gente habla sin parar, no se escuchan unos a otros. La incomunicación existe en la sociedad y yo la cuento (…)”.

Por el contrario, la popular novela de origen italiano “Melissa P.” –novela autobiográfica de una joven que narra su vida sexual en la adolescencia- fue interpretada por las actrices que la llevaron al cine como “más sobre la soledad que sobre el sexo”. El libro describe la adolescencia cuando la protagonista dice: “No estoy bien, no estoy mal. Simplemente no estoy” y como señalaría la productora encargada de su adaptación, la actriz italiana Francesca Neri, “esa es la adolescencia cuando se puede hacer cualquier cosa, porque ese es un estado muy, muy peligroso”. EFE- REPORTAJES

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