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El establecimiento de un tipo sui-géneris de universidad  en América Latina, sumado al hecho de que las  estructuras sociales de las antiguas colonias españolas permanecieron inmóviles aún después de  éstas haber logrado independizarse de la metrópolis, causó problemas que afectaron el desarrollo económico y social de los países del área. Hoy, la renovación incesante de los conocimientos determinada por los avances científicos y tecnológicos  mueve a los líderes y gestores universitarios a buscar  nuevas fórmulas que permitan a sus instituciones dar respuestas  a una crisis cuya solución es de importancia mayor para el desarrollo de los pueblos.

Cuando aún no había transcurrido medio siglo del Descubrimiento de América, se fundó aquí, el 28 de octubre de 1538, la primera Universidad del Nuevo Mundo, la Universidad de Santo Domingo.  Les siguieron en el orden de fundación, la Universidad de San Marcos de Lima y la de México, instituidas ambas en el año 1551. Esas instituciones de educación superior surgieron en momentos en que en Europa solo existían 16 casas de estudios de su género y ninguna en lo que hoy constituye el territorio de los Estados Unidos. Se trataba de establecimientos de educación superior desvinculados de los otros niveles de enseñanza y creados dentro del contexto de la política cultural trazada por el Imperio español.

Las universidades fundadas en el Nuevo Mundo por Monarcas españoles y por Papas romanos se inspiraron en los modelos de Alcalá de Henares y Salamanca. Las diferencias entre esos dos paradigmas de universidades se proyectaron en sus filiales de la América española dando lugar a dos esquemas que prefiguraron dos tipos de universidades: universidades estatales y universidades privadas.

El modelo de Alcalá de Henares, en el que se inspiró la fundación de la Universidad de Santo Domingo, respondía más bien a la idea de “un convento universidad” en correspondencia a la estrategia misionera de conquista espiritual y a sus pretensiones de poder temporal; en cambio, el salmantino lo fue para las universidades reales, imperiales y públicas, como la de San Marcos de  Lima y la de México, antecedentes de las universidades nacionales.

Los síntomas de decadencia de la universidad colonial comenzaron a advertirse desde fines del siglo XVII,  acentuándose en la primera mitad del siglo XVIII, hasta su  postración de la que solo lograron recuperarse aquellas universidades que se advinieron a los aires de la ilustración borbónica. Pero, la incorporación del método experimental y de algunas que otras reformas no  desarticuló la unidad conceptual de las mismas. Todas continuaron siendo similares y obedeciendo al mismo esquema, reflejo de una misma situación social.

Tras la pugna entre liberales y conservadores por el dominio de la universidad que tuvo lugar inmediatamente después de finalizadas las guerras de independencia y  de la fundación de las repúblicas latinoamericanas la universidad colonial fue sustituida por un esquema universitario importado de Francia: la Universidad Napoleónica. La adopción de ese esquema no produjo los frutos esperados y fue más bien contraproducente. Fue éste  el modelo de organización universitaria que aquí prevalió  durante toda la “era de Trujillo”

La Reforma de Córdoba de 1918 fue el primer cuestionamiento a fondo de las universidades latinoamericanas, el que señaló el momento histórico del ingreso de la América española en el siglo XIX y del ascenso de las clases medias urbanas, principales protagonistas de ese magno acontecimiento. Pero, por  circunstancias históricas conocidas, las marejadas de Córdoba no llegaron a las costas dominicanas. La Universidad de Santo Domingo permaneció en el atraso hasta el surgimiento, en 1965, del Movimiento Renovador Universitario. Fue tan grande el impulso que le dio a la UASD ese glorioso movimiento de reforma que a la vuelta de unos cuantos años,  la estructura de la Universidad estatal ya estaba a la altura de sus pares de América Latina.