La vergüenza y la frustración nos arropan

La vergüenza y la frustración nos arropan

El pasado Viernes de Dolores será recordado, de ahora en adelante, como un día de luto nacional por la vergüenza que arropa al país por las lamentables sentencias que se evacuaron desde distintos litorales judiciales, favoreciendo a funcionarios, contratistas y a otras personas vinculadas a hechos delictivos por el mal uso de sus posiciones para enriquecerse en perjuicio del Estado.

Fue un Viernes Negro para la historia de la justicia dominicana, que una vez más enseñó la hábil composición de cómo fue integrada para favorecer en sus decisiones de protección a los políticos y funcionarios del partido oficial de gobierno y señalados como malversadores de los fondos públicos, evitando ser conducidos ante un tribunal de fondo y ahora salen más puros que un santo para profundizar la vergüenza nacional de que este país ya no tiene remedio.

Es la frustración de ver cómo se exhiben los recursos logrados indebidamente y son mal gastados abiertamente para apabullar a los que creíamos que vivíamos en un país con orden jurídico y con valores morales.

Desde hace años, la justicia, en todos sus estamentos, ha sido infiltrada por el gusano de la corrupción.

Los escándalos frecuentes de las sentencias complacientes, que favorecen a determinados acusados, en especial los relacionados con el tráfico de drogas, revela la facilidad de sucumbir que tienen los que otrora era probos hombres de leyes, pero ahora, pese a que disfrutan de muy buenos sueldos, se dejan seducir por un dinero que se convierte en una abierta ostentación, que frente a los vecinos es un golpe muy duro de ver cómo un individuo respetado por su anterior seriedad, horroriza por su nueva riqueza.

Las decisiones del Viernes Dolores, evacuadas por jueces de la magistratura, se enmarcan en el terreno de los compromisos políticos que tan hábilmente fueron estructurados por el liderazgo del PLD para conformar a su antojo una maquinaria judicial hecha a sus propósitos.

La justicia está plegada a la obediencia al PLD cuando fuere el caso de conocer asuntos que pudieran afectar a algunos de sus más conspicuos dirigentes, que tan proclives han sido para un rápido enriquecimiento. Así se ha logrado protegerlos eventualmente de casos legales llevados a los tribunales, de donde ellos saben que saldrán absueltos para salvaguardar su patrimonio logrado en base al disfrute de sus cargos.

No hay castigos para los funcionarios y políticos corruptos y conocidos por todo el pueblo. Y lo grande es que esas manchas no son freno para que el pueblo los elija para cargos electivos, ya que por sus recursos y la peculiar composición social de los dominicanos, el clientelismo y el populismo de los políticos, logran elevarse por encima de los sectores que todavía les queda cierta vergüenza.

De esa manera siguen exhibiendo sus riquezas y aplastan a los que, moralmente serios, están indefensos frente a las embestidas del dinero del derroche que en el país atrae por la elevada población de gentes sin concepciones definidas de la moralidad y de la honestidad. Fueron dos las sentencias del Viernes Dolores que favorecieron a casos muy sonados de corrupción como el del senador de San Juan y el del alcalde de San Francisco de Macorís. Hasta se devolvió el avión de los banqueros venezolanos que estaba en custodia local. Como un reguero de materia mal oliente ha dejado un rastro muy indignante y hasta posible preámbulo de lo que pudiera suceder en mayo del 2016, en donde se impondrán los que tienen más dinero para atraerse a la masa humana dócil e ignorante, que sucumbe a las promesas de los hábiles políticos peledeístas, que con abundancia de dinero los adormecen con falsas promesas y soñando con el bienestar que siempre han anhelado.

A escasos quince días para celebrar el cincuentenario de una epopeya de un pueblo, que se sacudió de su inercia y enarboló la valentía y heroísmo en momentos en que el país estaba desorientado y sumido en una crisis moral, el aniversario podría ser el preámbulo de las nuevas esperanzas, de que el pueblo, una vez más, hará uso de sus valores para que se le respeten sus derechos, y no que un grupo continúe abusando de esa ingenuidad innata del dominicano, para encumbrarse y burlarse del pueblo, manteniéndolo sumido en la pobreza y la ignorancia.

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