La violencia asiste a la escuela

La violencia asiste a la escuela

La brutal agresión de un joven de 18 años contra una niña de 14 en el liceo Morayma Veloz de Báez, de Bayaguana, es una muestra más de la frecuente incursión del salvajismo en las escuelas públicas. Este suceso resuena en momentos en que se publica en la prensa la persecución judicial contra un conserje de la escuela Fray Pedro de Córdoba, en Yamasá, Monte Plata, acusado de abuso sexual contra niñas del centro educativo. Como se ve, la violencia acude a la escuela bajo diversas modalidades.
Estas ocurrencias deberían motivar una revisión profunda del papel que está jugando la enseñanza en la formación de nuestros jóvenes en los valores esenciales para la convivencia pacífica. Obliga a meditar sobre el poco esfuerzo que hace el Estado por usar la escuela para contrarrestar la carga de violencia que anida en muchos niños y jóvenes como secuela de la inestabilidad intrafamiliar de muchos hogares.
Probablemente, las materias en que menos inversión y énfasis se hace desde el Estado son aquellas que sirven para inculcar a los estudiantes los valores éticos, morales y de convivencia social que necesitan para desarrollar una personalidad fundamentada en los mejores principios. Si el salvajismo sigue asistiendo a las escuelas es indicio de que falta atender la parte que tiene que ver con los valores y principios de la coexistencia armoniosa. Trabajemos en eso.

Alto costo social y  económico

Desde cualquier vertiente, los accidentes de tránsito tienen altísimos costos para este país que, por cierto, es puntero entre las naciones con más mortalidad por esa causa. En los últimos 16 meses 48,000 afiliados de Senasa solicitaron cobertura por accidentes de tránsito, motivando una erogación de más de RD$725 millones para cubrir atenciones médicas. Estos son, sin duda, costos económicos muy altos.
En lo social, los percances de tránsito están entre las principales causas de muertes en este país y ocupan lugares cimeros en mutilaciones y daños a terceros. Los costos no cubiertos por concepto de responsabilidad social son también altísimos. Todos estos perjuicios son motivo más que suficientes para preocuparnos y asumir la responsabilidad de educar por una mejor conducta en el manejo.

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