Las consecuencias políticas y económicas de la guerra de Afganistán

Las consecuencias políticas y económicas de la guerra de Afganistán

Ningún presidente en la historia de la gran nación norteamericana ha recibido una herencia tan pesada como la que recibió el Presidente Obama del Presidente Bush: la crisis económica y financiera más grande en 75 años y, además, dos guerras (Irak y Afganistán) al mismo tiempo, con el agravante que los costos de estas guerras, por primera vez en la historia,  no han sido cubiertos con nuevos impuestos, provocando así un aumento dramático en los déficits fiscales que están propiciando un incremento exponencial y peligroso en la deuda pública norteamericana.

En esta situación tan difícil, el Presidente Obama decidió ampliar la guerra en Afganistán enviando 30,000 nuevos soldados (en adición a los 100,000 que hay actualmente). Y con esta disposición aumenta los gastos de guerra de 100,000 millones de dólares anuales a 130,000 millones de dólares.  De modo que, de pronto, tiene dos fuertes frentes al mismo tiempo, esto es: la guerra en Afganistán y la situación de Irak.

¿Qué condujo o impulsó al Presidente Obama a tomar esta difícil decisión?, veamos: la guerra de Afganistán tiene profundas ramificaciones que alcanzan a otros países colindantes de extraordinaria importancia geopolítica, como Pakistán y la India. Estos dos países son fuentes permanentes de conflictos en la zona. Mantienen una relación muy tirante -han escenificado dos guerras en los últimos 50 años- como consecuencia de la disputa por el territorio de Cashimira desde 1945.

La India ha progresado enormemente, distinto a Pakistán que se ha estancado debido a las luchas internas permanentes desde su misma fundación. El pueblo pakistaní, impulsado por su liderazgo político, en vez de aceptar su responsabilidad en este fracaso, ha orientado su ira hacia la India y los Estados Unidos. El gobierno Pakistaní, más moderado que el pueblo, es profundamente frágil. Este ha apoyado, en varias ocasiones, a los talibanes y le ha proporcionado, en cierta forma, refugio, mientras impide la incursión de las fuerzas occidentales.

La frontera de 1,600 kms. es una línea casi inexistente desde que se creó el Estado de Afganistán. Ahora, la porosidad de esta frontera se inclina hacia el lado de los pasthún, la etnia que tiene 12 de los 27 millones que conforma a Afganistán, de donde provienen los talibanes. De modo que éstos se mueven con suma facilidad y, hasta, con garantía ya que existen más de 20 millones de la etnia pasthún en Pakistán, preponderantemente en la frontera. Como se puede apreciar, uno de los aspectos más serio de esta situación, dada la fragilidad de Pakistán, se encuentra en la posibilidad de que las armas nucleares de este país caigan  en manos radicales. En este amplio escenario en conflicto permanentemente, que se irradia por el mundo, encontramos una de las principales razones que impulsaron a Obama a tomar esta decisión.

Afganistán, por otro lado, nunca ha sido un país, sino un conjunto de etnias y de líderes feudales con ejércitos particulares dedicados al tráfico del opio. Esta situación ha corrompido al gobierno del Presidente Hamid Karzai y en consecuencia ha disminuido su eficiencia, impulsando el resurgir de los talibanes. La posición del Presidente Obama frente al conflicto de Afganistán es bastante delicada: tiene que triplicar en dos años el ejército afgano, que actualmente tiene una tasa de deserción anual del 20%, y reducir, drásticamente, el poderío de los talibanes en las llanuras del sur de ese país y dentro de las fronteras de Pakistán. Esta no es una labor fácil, ya la historia lo testimonia: la guerra que sostuvo el Imperio Británico con Afganistán contribuyó a erosionar seriamente sus cimientos, igualmente aconteció con el Imperio Soviético.

Por otra parte, el Presidente Obama, simultáneamente, enfrenta enormes problemas políticos y económicos de su país,  como éstos:

• Un déficit en el ejercicio fiscal del 2009 de 1,400 billones de dólares (casi tres veces mayor que el más grande de la historia) y uno de 1,100 billones de dólares en el 2010.

• Una deuda de 13,000 billones de dólares, que aumenta algo más de 1,000 billones al año.

• Un sistema financiero todavía no regulado.

• Una extraordinaria polarización política como consecuencia de los efectos y el manejo de la crisis financiera y económica.

• Un crecimiento dramático en el sentimiento “aislacionista”-personas que piensan que todos los esfuerzos deben orientarse exclusivamente a resolver los problemas internos de ese país- de los norteamericanos de acuerdo a la encuesta Gallup del 2 de diciembre de 2009. Conforme a ésta, el 49% tiene esa posición. Esta cifra, que representa una actitud ciudadana, no se veía desde diciembre de 1941, días antes del ataque a Pearl Harbor.

• Una reducción en la militancia de su base política natural: los liberales, que se oponen a la extensión de la guerra. Mientras recibe un apoyo circunstancial de la derecha, que apoya irresponsablemente la extensión de la guerra sin aumentar los impuestos. Y es, precisamente, este sector el que, militantemente, rechaza al Presidente Obama en todos los asuntos de importancia.

El aumento dramático en la polarización política y en el sentimiento “aislacionista” complicará la capacidad del gobierno norteamericano para enfrentar, simultáneamente, los enormes desafíos económicos que podrían durar varios años y los que  generará la guerra de Afganistán.

Estoy convencido que esa situación podría provocar durante varios años, serios efectos colaterales negativos de carácter económico y político en el mundo y, por vía de consecuencia, en nuestro país. Eso no indica que no habrá crecimiento económico, pero el mismo sería tan moderado que no terminaría de eliminar los grandes daños, todavía acumulados por la gran crisis financiera. Lo cierto es que la ampliación de la guerra de Afganistán podría tener consecuencias mundiales difícil de predecir, sobre todo, en un mundo económico y político pleno de imponderables. 

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