Las dos explosiones de POLYPLAS

Las dos explosiones de POLYPLAS

Julio Alberto Martínez Ruiz

La escasa confianza en las instituciones públicas y privadas y el escepticismo –manifiesto en la cotidianidad– son estimulantes para que cabezas calenturientas hilvanen teorías conspirativas frente a hechos concretos.

Noam Chomsky lo ha advertido en una entrevista –de lectura obligatoria– que realizara el periodista Jan Martínez Ahrens para el periódico El País de España.

El octagenario ha afirmado que la desilusión por las estructuras institucionales condujo a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. Y agrega: si no confías en nadie, ¿por qué tienes que confiar en los hechos?

La semana pasada hubo dos explosiones; una real y efectiva que desafortunadamente causó la muerte de varias personas y más de un centenar de heridos, y otra mediática que –de continuar– sepultará la imagen corporativa de POLYPLAS.

En la rueda de prensa encabezada por su principal ejecutivo Manuel Díez Cabral, ni sus palabras ni sus gestos reflejaron la angustia, el dolor y el sufrimiento de las personas que desgraciadamente perdieron a sus seres queridos en esa fatídica tragedia.

Frialdad en su fisonomía, gestos ambivalentes, postura incorrecta y falta de contacto visual con el público fueron detalles que causaron una explosión mediática que desvirtuó considerablemente el mensaje que trató de transmitir.

Al igual que convocar una rueda de prensa para ignorar a periodistas que movidos por su acusioso interés por la verdad buscan la información hasta debajo de las piedras. ¿Cuál es el objetivo de citarlos a un acto informativo para no decir nada relevante e impedir un espacio de preguntas para aclarar inquietudes?

Esa pésima gestión de comunicación en situación de crisis –sumado al espacio pagado que menos del uno por ciento de los lectores llegará al cuarto párrafo– evidencia una debilidad que en el contexto antes descrito afecta aún más la reputación de la empresa y despierta amargos sentimientos de hostilidad hacia la imagen de POLYPLAS.

Ahora bien, ni por esos amargos sentimientos, ni por la crisis que atraviesa esa organización podemos pretender llevar a la guillotina una trayectoria empresarial de más de cincuenta años.

Tampoco es verdad que la Defensa Civil, el Ministerio Público, el Poder Ejecutivo, el Cuerpo de Bomberos, la Policía Nacional y la Alcaldía del Distrito Nacional orquestaron una componenda para ocultar información. Esa retorcida interpretación es propia de una narración ficticia, creativa y fantasiosa.

Lo que corresponde es abogar por una investigación que determine por qué se produjo la funesta explosión y en función de las responsabilidades –POLYPLAS o PROPAGAS– resarcir –dentro de lo posible– a los afectados.

Dentro de lo posible porque nada repara la pérdida de un ser humano, mucho menos calcinado.