Las efemérides de mañana

Las efemérides de mañana

Para nosotros los dominicanos, mañana es un día muy especial, cuando en una coincidencia del calendario gregoriano, nos tropezamos con la celebración del Día de las Madres y el 49 aniversario de la eliminación física de Rafael L. Trujillo, que por 31 años mantuvo a varias generaciones de compatriotas encerrados en un fiero guante de hierro.

Es tradición recordar a nuestras madres en este día, tal como lo dispusiera otra madre hace ya más de 80 años, Doña Trina de Moya, acomodando la fecha al día de cobro de los empleados, en contraposición a la costumbre occidental de celebrar la festividad el segundo domingo de mayo.

La concepción romántica de las madres, tal como las habíamos idealizadas y respetadas, precisamente todas las generaciones criollas desarrolladas durante la dictadura de Trujillo, es algo muy extraño a la conducta actual del ser humano de esta isla, pero permitía brindarle un respeto y amor, sublimizando su labor de crianza y formación de los hijos.

En los últimos 40 años del siglo pasado se diluyó por completo esa estrecha relación de madre e hijo, aquellas tuvieron que abandonar los hogares para irse a trabajar, arrojando al mundo nuevas generaciones, sin rumbos ni ideales, en que el amor de madre era cosa del pasado y un estorbo para los que buscaban el disfrute pleno sin importar los medios para alcanzarlo.

Pero hoy hay madres que, en medio de ese atosigamiento económico para mantener un nivel decente para que sus hijos crezcan y se desarrollen, mantienen una lucha titánica e increíble en sus propósitos de ser verdaderas madres, al tiempo de ser responsables del hogar en su sostenimiento económico.

A las madres luchadoras y trabajadoras, un sincero reconocimiento, que en sus afanes cotidianos realizan una admirable acción de educar y formar a sus hijos para inculcarles responsabilidades ciudadanas y amor por su país.

Y dos días después del día de las madres de 1961, caía acribillado por ráfagas de balas justicieras el hombre que por 31 años había sido la insignia y orden de un país, que se distinguió hasta 1916 por sus afanes de montonera y de rencillas constantes, en que los caciques solo buscaban agenciarse cuotas de poder regional para apoderarse de los recursos con ejércitos privados que imponían la ley, como ahora quiso hacer un sindicalista, que derrotado en sus aspiraciones de ser diputado, pretendió cambiar los resultados en base al terror con la paralización del transporte pesado.

Aquellos héroes del 30 de Mayo inolvidable asumieron una tremenda responsabilidad, en que sus planes se derrumbaron casi al sonar el último disparo que fulminó a Trujillo, ya que sus vidas fueron inmoladas en un vano intento de encaminarnos por un nuevo rumbo de vida democrática.

Lo único positivo, después de 1961, fue el ingreso a la vida democrática cuando ya nos creímos en libertad de hacer lo que se nos había prohibido, incluyendo elevar los índices de corrupción pública hasta niveles asombrosos a 49 años de la muerte de Trujillo. Pero al menos se sembró la creencia de que ya no desaparecerían más de nuestros conciudadanos, como fue la costumbre durante la dictadura, por tan solo criticar a Trujillo o leer algún libro de los llamados comunistas.

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