Las formas de la unidad verdadera

Las formas de la unidad verdadera

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

“Propiedad de todo ser en virtud de la cual no puede alterarse sin que su esencia se destruya o altere. Unión o conformidad. 2.- Cualidad de la obra literaria o artística en que solo hay un asunto o pensamiento principal generador y lazo de unión de todo lo que en ella ocurre se dice o representa.
Esas acepciones de la palabra forman parte del conjunto de definiciones que ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
La unidad más que una palabra es una convicción, una práctica, un deseo, una realidad deseada, que se construye. Es, repito más que una palabra, un ejemplo de respeto por sí y de respeto mutuo, un ejercicio permanente del cumplimiento de la palabra empeñada, una conducta recta, sin dobleces, sin medias tintas, con un gran desprendimiento en beneficio del grupo, en beneficio del partido, en beneficio de la institucionalidad.
La verdadera unidad implica una visión generosa, capaz de provocar que, en aras de los objetivos que se persiguen, se coloquen fuera de sí todo tipo de ambiciones bastardas, en una palabra, la unidad es acostumbrarse a que el todo está por encima de nuestra parte. La unidad requiere de un trabajo que se realice entre todos, guiados y dirigidos hacia el objetivo principal, sin mezquindades, sin quisondas, sin meterle el pie a nadie, permitir que las ideas fluyan y sean aireadas, discutidas, organizadas para beneficio del grupo, del proyecto, del partido.
De nada vale hablar de unidad mientras se trabaja por lo bajo contra su construcción, contra su desarrollo. La palabra que invita a la junta, a conjugar la unión como parte fundamental de un edificio cuyos planos, presupuestos, maquetas demostrativas de lo que puede ser, tiene un componente muy importante de seriedad, honorabilidad, respeto a los compromisos, a las reglas de juego. La república será más democrática, más eficiente, cumplirá mejor con sus obligaciones en beneficio de los gobernados, en la medida en que todos participemos, en condición de iguales, de las ingentes tareas de la construcción de un mundo mejor, más equilibrado, donde todos conozcamos nuestros derechos y cumplamos nuestros deberes.
Para ello no basta con las intenciones, hay que actuar con responsabilidad, seriedad, honorabilidad. El hablador y el cojo no llegan lejos sin ser descubiertos. A todos se nos ve en el blanco del ojo cuando mentimos, cuando no somos capaces de sostener la mirada del interlocutor
Se requiere de unidad de propósitos y acción para enfrentar el sunami político que nos mantiene con la soga y el agua al cuello, pero ese ideal comienza en la unidad interna de los partidos, para luego buscar a los otros con quienes debemos caminar juntos, porque la unidad, también es confianza.

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