Las mil vírgenes… y una virgen

Las mil vírgenes… y una virgen

Pocas personas saben que el título original de “Las mil y una noches” es “Las mil noches y una noche”. Pocas también, saben que la virgen de Las Mercedes, la de La Altagracia y todas las demás son una sola: la Virgen María, madre de nuestro Señor Jesucristo. Desde la antigüedad ha existido el culto a la virginidad. A los ídolos se les sacrificaban mujeres en edad de procreación que nunca habían cohabitado con varón. En los orígenes de nuestra cultura occidental, la diosa Diana, esculpida cargando en brazos a su hijo “recentino”, era venerada por los efesios, con mucha anterioridad a la introducción del cristianismo en Europa.

La veneración de María, hija de santa Ana y san Joaquín, madre de Jesucristo, es un culto relativamente reciente. En muchos países se ha hablado de su aparición a diferentes personas, trayendo, según se ha dicho, mensajes de salvación en torno al Evangelio de Jesucristo.

En nuestro país se aseguran dos apariciones, en el Santo Cerro y en Higüey.

Desde la introducción de los esclavos africanos en la isla, al ser obligados estos a reverenciar a nuestros santos y la virgen María, estos terminaron por fingir tal veneración y se postraban delante de sus imágenes pero invocando antiguas deidades africanas.

La influencia de estas formas animistas de los africanos en el catolicismo es enorme. Muchas personas que creen ser fieles al cristianismo, son en realidad espiritistas o santeros. Tal ha sido la confusión, que Monseñor Ricardo Pittini recomendó al pueblo dominicano convertirse de María a Jesucristo. Mediante la devoción a santos y vírgenes procuran los favores más aberrantes. En Colombia los adolescentes sicarios de Medellín, antes o después de cometer un asesinato, llevan un tributo a “la virgen” para que los siga librando de mal. Los devotos suelen “engancharse” en una devoción aprendida de sus ancestros sin saber siquiera de dónde procede. En La Torre, La Vega, se ha venerado a santa Bárbara como patrona del lugar, durante siglos, posiblemente.

No hace mucho, un nuevo párroco les propuso cambiar de patrona, para rendir veneración a un santo más meritorio, ya que la existencia y obras de “santa Bárbara” no se han podido comprobar. El sacerdote, aseguran, tuvo serios problemas con la feligresía. Hay casos como el del tipo que ofreció una promesa a la Mercedes, que si realizaba el milagro que él pedía, su mujer (no él) subiría descalza al Santo Cerro.

No parece cristianamente posible que haya una virgen para proteger cada tipo de ladrón, asesino o pervertido, sea político, empresario, o un macho dominicano. A las celebraciones de la virgen suelen acudir connotados turpenes capaces de robarle la medicina a un enfermo.

Muchos católicos cristianos verdaderos anhelan pronto el día en que la verdadera María se aparezca en plena basílica y demande: “Solo acepto en mi presencia a aquellos que se acogen a las palabras de Jesucristo. Mis hijos y mis devotos son los que oyen la palabra de Dios y la practican”. Salvo unos pocos, una multitud correrá despavorida en estampida.

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