Las neuronas en espejo (la mansedumbre)

Las neuronas en espejo (la mansedumbre)

Los dos pilares de la vida civilizada son: la capacidad de sentir empatía y la inteligencia de saber convivir. Hace tres semanas describimos las células en espejo, grupo de neuronas especializadas que nos permiten percibir las actitudes de los demás, las cuales se nos activan ante la presencia y las acciones de terceros frente a nosotros. Se considera que en ellas reside la empatía como fenómeno natural y es donde se encuentra la base cerebral de la psicosociabilidad. Sabemos que existen numerosos factores, tanto genéticos como culturales, ellos marcan importantes diferencias individuales, esos elementos hacen que en las personas antisociales su empatía sea muy débil, permitiendo que sentimientos negativos como la envidia, odios y criminalidad, penosamente se expresen.

Una de las cuestiones conductuales que más desconcertaba al inglés Charles Darwin en su teoría de la evolución, era lo concerniente a la conducta animal altruista. No entendía cómo un animal compartiese, que llegase a proporcionar a otro igual algo que redujese su propio éxito reproductor en beneficio del compañero. Sin embargo, este altruismo ocurre con frecuencia en las especies que viven en grupos. Hoy sabemos que se debe en parte a que tenemos esas células en espejo y a una hormona en particular llamada “oxitocina”.

La oxitocina, una hormona que desempeña un papel protagónico en el desarrollo psicológico del humano, participa de manera principalísima en los actos relacionados con la ternura, la afectividad, el acercamiento y el orgasmo en ambos sexos. Muchas investigaciones la relacionan con la habilidad de “leer” los rostros y participar en la motorización de nuestros actos sociales en los que sobresale la amabilidad. Es secretada por la glándula pituitaria, que es una especie de nuez que tenemos en la base del cerebro. Esta es la plataforma cerebral de todo el eje hormonal del organismo, como la oxitocina circulante en el torrente sanguíneo, no puede volver a actuar en el cerebro por la barrera hematoencefálica, -es la barrera de protección del cerebro- Se cree que hay neuronas cerebrales que la segregan directamente para explicar su influencia en la mansedumbre.

La práctica de la mansedumbre no es falta de fortaleza interior o ser pusilánime, muy por el contrario, necesita ser usted muy superior para poder manejarse adecuadamente con sus impulsos personales. En verdad es una forma de vivir con sabiduría, permite aquietar nuestros rudos empellones interiores y así poder controlar nuestras reacciones hacia el exterior, para encauzar nuestras conductas interpersonales, logrando siempre una respetuosa convivencia social. Su decálogo básico, lo podríamos resumir en el siguiente listado: desarrollar un espíritu reflexivo, una actitud de apertura mental, vigorizar la memoria a nivel afectivo e intelectual, formar nuestra voluntad –con ideas claras-, expresarnos con respeto de los demás. La mansedumbre está siempre precedida de saber escuchar y gran prudencia, tratar de hacer sentir bien a todas las personas, cultivar un corazón humilde, aceptando que podemos equivocarnos sin dejar de ser valiosos. La mansedumbre, ayuda a mejorar nuestras conductas y sentimientos internos, lo que nos permite engrandecernos. Es manejada por esa hormona, la oxitocina, permitiendo convivencia y mansedumbre. No podemos con las investigaciones actuales afirmar a ciencia cierta dónde se producen la conducta imitativa y la mansedumbre, sus neuronas y mecanismos, pero estamos en vía de lograrlo, falta por descubrir. ¡Estos días invitan a la mansedumbre!

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas