Las voces de Milton Ray Guevara

Las voces de Milton Ray Guevara

Milton Ray Guevara acaba de publicar “Voces de aquí y allá”, un compendio de los artículos escritos entre 2008 y 2011 por el eminente constitucionalista, hoy presidente del Tribunal Constitucional, en los periódicos Listín Diario y El Caribe. La obra, escrita, como bien señala el poeta Tony Raful, su prologuista, en “la prosa encantadora de un hombre libre”, está compuesta de relatos breves y notas inspiradas en encuentros del autor con grandes personalidades o en viejas anécdotas suscitadas por eventos recientes, y es, para decirlo con palabras robadas al poeta, una oda a la libertad y a la conciencia individual, “un inventario de vida y sobre todo de amor por su país, por su gente”.

Los santiagueros nos sentimos orgullosos de esta obra escrita por un santiaguero por adopción y convicción que no deja pasar una página de su libro sin testimoniar su admiración por la hidalga ciudad de Santiago de los Caballeros, sus hombres y mujeres. Desde un Arturo Grullón, que en la senda patricia y ciudadana de los Grullón Espaillat, juega un rol protagónico en la fundación de las grandes organizaciones sociales y empresariales tras la muerte de Trujillo, hasta el pianista y cantante Nelo López, quien, a los pies del Monumento, nos deleitaba los sábados con sus canciones y su magnífica imitación del gran Alberto Cortez, olvidándose allí, como bien señala Ray Guevara, “las diferencias partidarias, sociales o económicas” y expresándose “con libertad letras de amor y desamor”.

Pero es Milton quien ha enseñado a los santiagueros –pregúntele sino a Don Alejandro Grullón, a Monseñor Agripino Núñez Collado o a Felito García- y al resto de los dominicanos a amar a su patria chica, Samaná. Desde “Anadel”, la novela de la gastrosofía escrita por Julio Vega Batlle, no se han escrito páginas tan hermosas acerca de la península, su historia, su bahía, su cultura religiosa y popular, sus playas, su comida, su paisaje, sus personalidades, sus héroes cotidianos y republicanos. Léanse, por solo citar dos ejemplos, el relato sobre el Club Peninsular, donde el autor aprendió a bailar bolero y merengue, o su nota sobre el tiburón de la Bahía. “Cristo, Samaná y yo, mayoría aplastante, mayoría de fe y esperanza”, llega en un momento a exclamar con fervor religioso el samanense, a veces físicamente ausente aunque siempre espiritualmente presente. Pero su amor por Samaná no se queda en palabras, como evidencia su firme defensa de los habitantes de Loma Atravesada y de Cabo Samaná frente a los atropellos de las autoridades.

Francia, luego de Samaná y Santiago, es el otro gran amor de Milton Ray Guevara. Ese amor se lo inculcó la Alianza Francesa de Santiago, se vuelve adoración con su primera estadía en París y Niza en 1972 y luego con su residencia posterior ya como Embajador de la República Dominicana entre 1982 y 1986 y se manifiesta a lo largo de la obra en sus ensayos sobre los grandes juristas y estadistas franceses a quienes conoció y trató, desde Lionel Jospin hasta Regis Debray y Robert Badinter, por solo citar algunos. Puede decir el autor a Francia lo que Edith Piaf canta a su amante y que él cita en su artículo sobre la cantante y Marcel Cerdan: “si un día la vida te arranca de mí, si tu mueres y que tu estés lejos de mí… Dios reúne a quienes se aman”.

Lo cierto es que esta obra de Ray Guevara nos deja claro que, como bien advierte Raful, “se trata de un hombre de principios”. Por su formación constitucionalista y laboralista, Milton Ray Guevara es, si se quiere, un “liberal del centro”, consciente de la necesidad de preservar la libertad individual y de construir un Estado garante del bienestar de todos. En la Comisión de Juristas designada por el presidente Leonel Fernández para la preparación del anteproyecto de Constitución, tuve la oportunidad de participar en los grandes y muchas veces álgidos debates entre todos los que integrábamos esa comisión y fui testigo de cómo Ray Guevara fue capaz de defender, con agudeza, vigor y rigor intelectual, la ciudadanía desde los 16 años de edad, los derechos de los trabajadores, la libertad de empresa, la libertad de cultos, el poder municipal y los derechos de las mujeres. Es precisamente ese carácter a la vez profundamente pragmático y principista el que le ha permitido ser motor intelectual y espiritual de grandes conciertos políticos, desde los diálogos impulsados por Monseñor Núñez Collado hasta los pactos entre Leonel Fernández y Miguel Vargas Maldonado que facilitaron la reforma constitucional, la creación del Tribunal Constitucional y la prohibición de la reelección presidencial.

Estemos de acuerdo o no con Milton Ray Guevara, que no nos quepa duda de que, como él mismo confiesa en su libro, su amor por Samaná le ha motivado “a actuar siempre con dignidad, transparencia, honradez, amor al prójimo, espíritu de servicio y sobre todo lealtad, a mi país, a mi provincia y a mis principios”. Por eso, es hoy paradigma del jurista republicano sin el cual no es posible un Estado Constitucional realmente viviente.

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