Leonardo Sanz ¡Gracia inevitable!

Leonardo Sanz ¡Gracia inevitable!

LLuego de su exitosa presentación en el Museo de Arte Moderno (6 de agosto de 2014), el Centro Cultural Perelló, localizado en Escondido, exactamente a la entrada de la ciudad de Baní, acierta en grande al acoger la muestra titulada “Un siglo de arte moderno en la República Dominicana”, excelente y significativa exposición basada íntegramente en la colección privada del empresario Fernando Báez Guerrero, la cual nos permite recorrer y confrontar el fascinante trayecto del arte moderno y contemporáneo en la República Dominicana de las últimas diez décadas.

En efecto, desde la noche del próximo viernes 17 de octubre, el Centro Cultural Perelló, en el marco de la celebración de su tercer aniversario, dejará abierta esta magna exposición en sus cálidos espacios expositivos con la principal intención de posibilitar a los banilejos -y a todos los sureños-, el acceso y disfrute de la extraordinaria variedad de “visiones especializadas” con que los artistas plásticos dominicanos expresan y revitalizan nuestros signos culturales identitarios.

Precisamente, en los espacios de la mediateca del CCP se despliega una selección de obras excepcionales que, en primera instancia, podrían apreciarse como penúltimos efectos del vertiginoso y alucinante proceso de polisíntesis expresiva que estalla en las artes plásticas dominicanas a partir de una constante dialéctica de asimilación y transmutación de los lenguajes estéticos de la modernidad y la cual posibilita que el pos expresionismo, el expresionismo abstracto, el neosurrealismo, el informalismo y el hiperrealismo, prevalezcan como lenguajes y tendencias paradigmáticos en el arte dominicano de la posmodernidad.

En realidad, estas obras constituyen un considerable extracto de la tercera sección de la muestra: “Consagraciones & emergencias desde la posmodernidad (1980-1990-2010)” y muchos de sus autores son artistas que ya se han ganado el respeto y la admiración de reconocidos coleccionistas, historiadores, críticos y estudiosos de la pintura dominicana de las últimas tres décadas, mientras que otro núcleo de dicha sección está compuesto por obras de creadores emergentes sumamente talentosos que vienen desarrollando su proceso creativo de forma sorprendente.

Entre los emergentes y novísimos que aportan obras ciertamente efectivas y resistentes en términos estéticos, no sólo a la muestra presentada en el MAM y que ahora recibe el CCP, sino también a la colección completa de Fernando Báez Guerrero, destacan Nelson Barrera, Wilton de Jesús, Héctor Ledesma, Benjamín Cruz, Omar Molina, Leonardo Sanz, Marcos Guerra, Joaquín Rosario, Ruddy Taveras, Karina Rodríguez, Cristina Báez y Manuel Báez Delgado.

Tanto el coleccionista Fernando Báez Guerrero como los principales miembros del equipo curatorial de las dos exposiciones han procedido a unanimidad al considerar el caso excepcional de Leonardo Sanz (1971) como creador de un universo estético-simbólico intensamente espectrológico, lúcido y jovial, mediante el cual aporta una propuesta fresca y renovadora a la pintura dominicana de la actualidad. Y he aquí que, ante la gracia inevitable que arde desde la policromía y el insólito caudal imagético de la obra pictórica reciente de Leo Sanz, se impone el breve registro de una realidad artística definitivamente grata y digna del atento seguimiento.

De entrada, la dicción plástica y el mundo visual de Leonardo Sanz nos atraen por el grado de lucidez y especialización con que el artista procede en los aspectos de la síntesis expresiva, la libertad formal, la carga metafórica y la misma artisticidad de la superficie pictórica. Universo habitado por presencias y espacios mixtificados; estructurado mediante una signografía deconstructiva, geometrizante y mixtificada que resulta de uno de los diálogos más sensibles y fructíferos que un artista dominicano de la posmodernidad haya asumido desde sus muy particulares subversiones ante las poéticas capitales de las vanguardias europeas y norteamericanas del siglo XX: Picasso, Matisse, Chagall, Salvador Dalí, Magritte, Jackson Pollock, Andy Warhol, Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Cy Twombly, el cómic, el cine, el pop-rock y el arte callejero de estos umbrales del siglo XXI.

El sabor de las mieles y amarguras de la vida íntima y colectiva en los espacios físicos, metafísicos y virtuales de la cotidianidad; los impulsos bestiales y pasionales de la condición humana, más las propias devastaciones existenciales, traspasan los territorios sígnicos y los contenidos objetivos que vitalizan la producción pictórica de Leonardo Sanz. En esta producción, opera brillante e irresistible el recurso del relato pictórico como divertimento, alegoría, sátira y escenario del absurdo.

A través de una poética pictórica eminentemente lúdica, Leonardo Sanz asume su práctica creadora desde la incertidumbre y su óptima precariedad. Desde los oasis culturales de su latitud espiritual originaria y desde las “furnias” ontológicas de la psique nacional. Pero, Leo Sanz también reflexiona sobre los espejismos del deseo y los fértiles desiertos de la soledad. Sobre el terror y la violencia globalizados que preceden la era del vacío y la fiesta del Cyborg deslumbrado. Sobre las señales energéticas de Gaia, el Cosmos y lo multidimensional. Sobre una política del amor, la expectativa y la fraternidad a través del arte.

A pesar del énfasis en la matericidad de la superficie pictórica y de que esta misma superficie casi siempre está habitada por objetos, personajes y espacios concretos, en la práctica pictórica de Leonardo Sanz se torna cristalina la reflexión introspectiva. La interioridad es un territorio infinito que le lleva a jugar y reflexionar constantemente sobre los rituales y mitologías del caos cotidiano; sobre las “delicias” folclóricas que traspasan las redes de la virtualidad y el “hipermundo”, así como sobre el mismo absurdo paradigmático que prolifera desde las viscerales contradicciones que sostienen la sociedad dominicana contemporánea.

Asimismo, como notables fuentes generadoras de sentido, atracción y resistencia crítica, en las pinturas y dibujos recientes de Leo Sanz operan sistemáticamente el humor, la ironía, el sueño y la imaginación delirante. La experiencia del espectador ante cada una de sus obras implica su entrada a un mundo saturado de signos, espacios, personajes, colores e imágenes, capaces de revelarnos el poder del pensamiento, la rebeldía creativa y la espiritualidad en acción.

 

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