Leonel Fernández: ¿una derrota o una oportunidad?

Leonel Fernández: ¿una derrota o una oportunidad?

Leonel Fernández tiene una disyuntiva: asumir lo ocurrido el domingo como una derrota o como una oportunidad. Lleva en la mano su gran legado, una obra de gobierno que preservar. Su primer gobierno -al que trataron de ahogar desde el inicio- respondió con diálogo nacional, un manejo impecable de la economía y la gestión efectiva de un presupuesto escaso (cerca de 40 mil millones). En ese gobierno se logró que el país y los más jóvenes empezaran a confiar en que había futuro. Los jóvenes de hoy no saben lo precaria que era la administración pública antes de 1996 (licencia, pasaporte, pago de impuestos, placa…). Leonel Fernández, sólo con aquel gobierno, tenía un valioso legado político al cual recurrir.

Precisamente ese legado dio frutos. Ante la crisis bancaria del 2003, y ya sin la presencia física de los grandes líderes -Juan Bosch, Peña Gómez y Joaquín Balaguer-, el país apesadumbrado y atribulado recurrió a Leonel Fernández, que para ese momento emergía como el estadista, el líder moderno, maduro, con experiencia y ecuanimidad.

En su segundo gobierno (2008-2012), logró el rescate económico, emprendió obras de importancia e hizo énfasis en lograr lo más difícil: que los inversionistas, los empresarios dominicanos e incluso la población volvieran a confiar en que el país era viable. Desde su primer gobierno, Leonel Fernández se había propuesto derrotar en lo intelectual y lo político al pesimismo dominicano.

Volvió una tercera vez, gracias a la reforma realizada por Hipólito Mejía con apoyo reformista y votos de algunos disidentes peledeístas. En esta ocasión fue un voto de confianza. Muy frescos estaban aún los efectos de la crisis bancaria, pero la gente empezaba a demandar más. Entre restricciones presupuestarias y crisis internacionales -manejadas con prudencia- y un estancamiento en la mejora de la economía de los asalariados, Leonel Fernández logra la presidencia nueva vez. Hay que admitir que la gran debilidad acumulada por años fue la poca efectividad en la distribución del ingreso y la corrupción denunciada casi todas las semanas.

La estrategia de comunicación de aquel entonces era sobrellevar las crisis, aun no hubiera una solución. Eso llevó a que su capital político se viera afectado negativamente puesto que una crisis no resuelta (o tardíamente resuelta) es una crisis que deja sedimentos. Eso tendría que haberlo entendido el entorno del presidente. No era ya su momento. Sus “amigos” le habían legado una carga demasiado grande.

Así, esos mismos amigos hoy presionan a Leonel para que se oponga a lo que siempre propuso: un sistema de reelección como el americano. Sin embargo, si lo hace, habrá tenido una derrota con la decisión que tomó el partido el domingo. En cambio, si la acata y cumple, tendrá la oportunidad de que su gran legado sea rescatado y valorado con el sosiego que acompaña el tiempo. Salvarse a sí mismo y esta circunstancia.

Esa disyuntiva tiene que verla en el contexto de su propia misión: derrotar el pesimismo dominicano o hundirse en él.

 

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