Leonel y el país 

Leonel y el país 

Cuando la crisis inmobiliaria impactaba como un violento huracán en las finanzas de Estados Unidos y varias naciones europeas, se recordará que el Presidente Leonel Fernández declaró en las Naciones Unidas que las ráfagas no alcanzarían a la economía dominicana, porque estaba blindada. Después declaró en Francia que el país había sido beneficiado con el crecimiento del turismo a raíz de la gripe H1N1 que había azotado sin la menor piedad a México. Pero ya para esa época el Gobierno había introducido tres reformas fiscales, hecho una primera emisión de bonos soberanos y contratado miles de millones de dólares en préstamos para gastar a manos llenas.

La economía dominicana era la que más crecía en América Latina y el mundo y los reconocimientos llovían como por arte de magia. En todas partes los funcionarios decían que se hablaba del milagro de República Dominicana al revertir en cuestión de días la crisis bancaria de 2003, reducir la pobreza y encarrillar la nación por los senderos de la prosperidad y el progreso. Había dinero en abundancia y el papel aguanta todo.

Pese a signos perturbadores que la masiva propaganda oficial no pudo conjurar, la gran sorpresa vino cuando el Presidente tuvo que reconocer el espejismo con que ilusionaba ya la población al admitir que República Dominicana no podía cumplir con ninguno de los ocho Objetivos para el Desarrollo del Milenio. Como si la misma crisis hubiera dado al traste con la memoria de la gente, las causas que citó fueron, para asombro, la crisis bancaria que ya se había ocupado de decir que había sido superada y el alza de los precios del petróleo.

Pero el asunto, aunque bastante grave y preocupante, tampoco se queda en el nivel del conflicto ético que representa la confrontación de la mentira, la falta de coherencia y el despilfarro con la realidad. Mientras todos los países han tenido que reducir el gasto público para ahorrar, recortar déficits o simplemente sanear sus economías, el Presidente Fernández los ha incrementado. Porque su apuesta no está en la conceptualización ni en la teoría, sino en el Presupuesto.

Sólo en los últimos seis años la deuda pública se ha incrementado en los 18 mil millones de dólares que dice el Banco Central o en los 22 mil millones que alega un sector de la oposición.

Pero la educación, de la cual Fernández llegó a anunciar una revolución, ha quedado relegada a los últimos lugares en América y el mundo, porque las autoridades han demostrado que sólo le preocupa estar en el poder y no el desarrollo de las fuerzas productivas.

El criterio del Presidente sobre una corrupción que escandaliza, que ha movilizado a representantes de organismos internacionales y de la sociedad civil, es lo que pone la tapa al pomo. Aunque luego tratara de maquillar el desliz, todos fueron testigos de que el mandatario minimizó el enriquecimiento ilícito desde el poder. ¿Pueden ser las perspectivas más sombrías? Claro que no. Y eso no es todo.

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