¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

En cualquier país de América Latina o del Caribe, exceptuando Cuba, el pobre no tiene otra alternativa que dejarse morir si enferma, envejece o no tiene trabajo.
A un pobre lo peor que le puede suceder es enfermarse. Si trabaja en una empresa puede ser que esté asegurado en salud, pensión y riesgos laborales y pueda ir al médico, sin embargo, tendrá que hacer un copago generalmente por encima de lo establecido.
El médico le indicará una batería de análisis y en el laboratorio le dirán que solo puede practicarse X cantidad al día. Si no quiere volver, tiene que pagar los restantes en violación a lo establecido en la Ley 87-01 y las resoluciones emitidas sobre la dispensación de esas prestaciones.
Generalmente el asegurado pobre no adquiere las medicinas indicadas por el médico porque la mayoría no indica los medicamentos genéricos consignados en el Catálogo de Medicamentos del Plan de Servicios de Salud (PDSS) porque cuestionan su calidad y eficiencia.
La mayoría de los médicos prestadores de servicios de salud saben y son conscientes de que la única diferencia entre los genéricos y la medicinas de marcas es la presentación y el marketing de las casas que los venden, las cuales incluyen en sus promociones asignación de porcentajes a los que recetan sus productos y patrocinios a los eventos de las asociaciones y sociedades especializadas.
La resistencia del médico a los genéricos perjudica a los asegurados pobres que no pueden con los 8 mil pesos de su seguro para medicamentos, comprar los de marca que le recetan porque no le alcanza para costear el precio excesivamente caro de la medicina de marcas, debiendo optar por no adquirirlos.
Muchas personas cuando llegan a adultas mayores son canceladas de sus trabajos, pierden sus derechos convirtiéndose en una carga y son abandonados por los familiares pasando a la indigencia y la degradación moral.
Casos de este tipo frecuentemente son presentados en los noticiarios de televisión y radio, motivando a ciudadanos sensibles a intervenir, cuando en el país hay leyes e instituciones creadas para actuar en esas eventualidades y sus incumbentes deberían estar prestos para auxiliar a las personas que necesiten asistencia para ayudarlos a superar su situación.
Ejemplo de esta inhumana y lamentable realidad es don Roberto Nolasco, quien tuvo una vida productiva distinguiéndose como buen trabajador y hombre correcto. Sin embargo, sufrió un accidente en su trabajo que lo privó de la movilidad.
Roberto no tiene familia, donde laboraba lo dejaron permanecer en un cuarto de desahogo sin luz, ni sanitario, ni nada en que pudiera hacer las necesidades. Se puede imaginar el cuadro dantesco en que mal vivía hasta que, gracias la acción de varios ciudadanos, fue recogido por el Conape y recluido en una casa de ancianos llamada Ama ubicada en Mata Naranjo, San Cristóbal.
El pueblo dominicano debe revertir estas prácticas. No es posible tolerar esta situación de pobreza, abandono, martirio e injusticias. Debe continuar y profundizar la lucha por el respeto a la dignidad humana, el derecho al trabajo, a la salud, al trato justo y equitativo a hombres, mujeres, niños, niñas, adultos mayores y ancianos.

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