¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

Hace un tiempo, bastante largo, en este país, las situaciones conflictivas se generan y desaparecen del ambiente como humos insuflados por un aire siniestro o mentes tenebrosas, que azuzan la ocurrencia de una debacle que podría causar graves daños a la nación.
La población dominicana vive en continuo estado de agobio y estrés provocados por las múltiples dificultades que tiene que superar para cubrir las necesidades básicas necesarias para una vida medianamente segura.
La brega ciudadana por acceder a la atención en salud, la educación, el trabajo, se realiza en condiciones hostiles que no permiten tener la esperanza de vivir con mayores niveles de seguridad y satisfacción.
Los conflictos de la sociedad dominicana nacen de la forma errática que estrenaron las clases dirigente en su comportamiento desde el mismo surgimiento de la República en febrero de 1844.
Los principales dirigentes de aquel esfuerzo fundador de la Nación fueron proscritos, encarcelados o fusilados por quienes no asumieron la consigna duartiana que proclamaba que “nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla”.
Desde entonces hemos vivido una ininterrumpida manipulación utilizando el miedo y la represión, la dádiva y el soborno, la verdad mediatizada y la mentira descarada. Caudillos, generales, prelados, empresarios y toda clase de gente con alguna influencia política, económica o social han instrumentalizado al resto de la sociedad para incrementar de manera espuria sus haberes y su poder.
Pretendiendo la maximización de las ganancias se impusieron las malas prácticas en la producción y el comercio: el contrabando, la doble contabilidad, la apropiación indebida de bienes públicos, la recepción privilegiada de servicios del Estado y, sobre todo, la tendencia a procurar la mano de obra más barata y más indefensa posible.
Las grandes fortunas se hicieron en este marco y, con variantes y modalidades más o menos marcadas por las injusticias y el desconocimiento del derecho ciudadano, persisten en la República Dominicana de hoy.
Para que esta realidad no sea enfrentada en su justa dimensión se requieren, como ayer, grandes distracciones y, como ayer, se inventan enemigos falsos mientras se da la estocada trapera a las verdaderas víctimas de la sobreexplotación, los bajos salarios y la falta de protección social que afecta a las masas trabajadoras en el país.
Convencidos muchos pobres de que su gran problema es la migración, descargan su ira no contra quienes la promueven desde ambos lados de la frontera para seguir gozando de tasas excesivas de ganancia gracias a la subvaluación de la fuerza laboral y la ausencia de seguridad social, garantizados por el carácter irregular del estatus migratorio de los trabajadores.
La intensa campaña de odio, las manipulaciones y la histeria colectiva constituyen el principal obstáculo en la necesaria búsqueda de soluciones a un problema complejo: la migración.
Quienes promueven la violencia social y la confrontación directa con los inmigrantes yerran el blanco. El problema necesita ser abordado desde otras perspectivas y con voluntad firme de atacar sus verdaderas causas, evadiendo las manipulaciones y distorsiones que sólo conducen a su agravamiento y perpetuación.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas