¿Les digo algo?

¿Les digo algo?

Uno de los activos más importantes de un país es tener maestros aficionados a la tarea de educar impartiendo conocimientos a los niños y niñas con esmerada dedicación, es un tesoro que las sociedades deben valorar.
En la República Dominicana el 30 de junio está consagrado como el Día del Maestro, celebración que, a medida que la sociedad se moderniza, va perdiendo importancia para la familia, el Estado y los mismos maestros y maestras afectados en su autoestima.
Los maestros y maestras complementan en la escuela la formación iniciada por los padres en el hogar, quienes no pueden asumir solos esa labor por tener que pasar mucho tiempo realizando actividades fuera de la casa, que no pudieran hacer sin poner a sus hijos e hijas en manos de esos y esas profesionales.
El pueblo de La Romana puede sentirse afortunado de haber tenido, desde siempre, una legión de maestras y maestros capacitados y excepcionales en el desempeño de su trabajo, como es reconocido en la provincia por la cantidad de estudiantes que año tras año se forman en sus escuelas.
Las diversas generaciones de jóvenes de ese pueblo y de localidades cercanas que estudiaban en sus escuelas por falta de aulas en los municipios de la provincia, fueron formados por educadores interesados sinceramente en el estudiante como persona, llegando a ser para ellos guías y orientadores de confianza a los que podían acudir seguros de que encontrarían su consejo, acompañamiento y solidaridad.
Los romanenses de los años 50, 60, 70 y 80 aún el tiempo que ha pasado, mencionan con gran admiración, amor y respeto las maestras y maestros de esas épocas. Refieren anécdotas y cuentos de algunas profesoras y profesores famosos por su rectitud, la intolerancia a la vagancia, a la indisciplina y o a la falta de educación.
Tienen vivos los recuerdos de los maestros que fungiendo como tales, escalaron a posiciones de dirección, por sus dotes excepcionales en el ejercicio, en los principales centros educativos de la ciudad abiertos después de la Era de Trujillo. Hasta entonces hubo en La Romana las escuelas Presidente Trujillo, que pasó a ser la Escuela Mercedes Laura Aguiar y la Escuela Guatemala, sin contar los colegios privados.
Reconocidos educadores romanenses fueron perseguidos en la dictadura del tirano Rafael Trujillo Molina, entre ellos, el doctor Bienvenido Creales.
Contribuyeron a la educación de los romanenses las fenecidas educadoras Flora Lora de Alíes, Elena Druyard Figueroa y Onelia Díaz de Ducos; los doctores Héctor Payán y Maximilien Espinal, Ernestina Terrero de Dapena, Fanny Mercedes, Norma Irrizarry, Miledys Figueroa, Edita Sánchez, Crisanta Moreta, Heriberto Payán, Emma de Harry, entre otros.
Tras la caída de la dictadura surgieron nuevos maestros formados con los mismos criterios e ideales de los anteriores, por cuyas manos pasaron más de cuatro generaciones de estudiantes que se han dispersado por diferentes lugares del país y otros emigraron a Puerto Rico, Estados Unidos y a las islas de donde provinieron sus padres.
Entre estos educadores hay que destacar a Hugolina Sánchez, Ligia Morales, Nitín Troncoso, Luisa Lamouth, Olga de Pujols, Flérida Santana, Teresa Lebrón de Ditrén, Dulce y Divina Estrella, Mercedes Lazala, Frinet Martínez, Mildred D Sueza, Celsa Albert, Jorge García, Carlos (Cao) Bienvenido Mella, Arturo Morales, Lula, Juan Soler, quienes merecen que sus exalumnas y alumnos les tributemos el homenaje que merecen por habernos aportado sus conocimientos y trazarnos el camino para una vida victoriosa.
¿Loor a los maestros y maestras dominicanos!