¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

Con apenas 22 años, Jonathan tiene un cúmulo de experiencias impactantes mayor que las vividas por un adulto de sesenta y cinco años. Antes de cumplir cinco años le pasaba las herramientas a su papá, mecánico, que de ese modo empezó a introducirlo en el mundo del trabajo al que se siente vinculado desde la infancia.
A los 13 años, el joven, hoy taxista en la Capital, conocía los misterios de la mecánica automotriz y cursaba la secundaria concomitantemente con la informática.
Concluido el bachillerato consiguió un contrato de digitador en el programa Quisqueya Aprende Contigo e ingresa a la extensión de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) de Santiago, donde asistía todos los días viajando desde Bonao, su ciudad natal.
Los viajes a la universidad lo hicieron pensar en mudarse a Santiago, lo hace y consigue trabajo en el negocio de un amigo de su padre que, como lo conocía desde niño, le tenía confianza y lo nombró su asistente. Todo iba de maravilla para Jonathan, quien como en los demás trabajos que había tenido, se empeñaba en aportarles a sus empleadores.
Un aciago día, su jefe lo mandó a entregar un dinero a un cliente y es atracado por dos bandoleros que lo habían ubicado, le dispararon interesándole una de las balas el hueso de la pierna izquierda.
El incidente marcó a Jonathan físicamente, pero no su ánimo ni su deseo de progresar, de tener un título académico y ser un buen dominicano. Tras el accidente, volvió a su casa en Bonao donde se recuperó. Hace tres meses se mudó a Santo Domingo con la idea de retomar los estudios, pero en otra universidad, en la estatal, pese a amarla y creer que es la mejor, las protestas sin ton ni son le hacen perder mucho tiempo.
Diariamente los dominicanos tienen que sortear situaciones peligrosas y desagradables desde que salen de sus casas, comenzando el día con incomodidades que les hacen ver todo negativo.
Esa realidad convierte a dominicanos y dominicanas en especialistas expertos en solucionar los problemas que nos afectan socialmente.
Fue sorprendente escuchar a Jonathan exponer la manera como se resolvería el desesperante tapón que se forma en la esquina de la Correa y Cidrón con calle Amín Abel, frente a la Puerta Sur de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
“Tan sencillo que sería terminar este tapón, solo habría que levantar un peatonal, enmallar todo el trayecto para que los estudiantes estén obligados a caminar por ahí y situar dos vigilantes en cada extremo; a mano izquierda, instalar un toldo que cubra el trayecto hasta donde se ensancha la vía en el tramo próximo al Oncológico para que se protejan del sol o no se mojen cuando llueva, lleguen a los conchos y estos hagan su trabajo”.
El joven se expresaba como un experto en ordenamiento del tránsito. Sus explicaciones de cómo solucionar el taponazo de la Correa y Cidrón con Amín Abel, eran para tomarlas en serio e hizo que prestáramos atención a su preocupación ciudadana y que conociéramos, a través de su sentir, que se trata de una promesa ciudadana con la que seguro esta nación podrá contar.

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