¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

El sinsentido dominicano tiene que parar. Cada persona debe actuar empezando por su propia vida, haciendo una revolución humana, para que la sociedad cambie como ha ocurrido en otras naciones que, igual que la nuestra, estaban sumergidas en la inseguridad y la determinación de los habitantes de revertir el caos, los hizo países seguros, organizados, prósperos y vivibles.
Inseguridad por auge de la delincuencia; asesinatos protagonizados por policías, militares y civiles; violencia de género e intrafamiliar; enfrentamientos con migrantes haitianos y venezolanos; violaciones de niños y mujeres por religiosos e individuos prevalidos de poder o con prestancia social; corrupción en la administración pública y en el ejercicio empresarial privado, desorden municipal e irrespeto a las leyes tienen angustiados al ciudadano común que no sabe cómo conducirse en una sociedad donde el fuego arde como candelita de basurero.
Los escándalos se denuncian en las redes sociales y medios radiofónicos impactando indistintamente las personas con reacciones inesperadas tanto de los involucrados como de los espectadores amenazados por circunstancias que no controlan, pero a las que son vulnerables.
¿Cómo puede vivir la población de un país que en el primer semestre del año en curso se registraron 537 homicidios intencionales y 153 no intencionales, según indica el Boletín Estadístico del Observatorio de Seguridad Ciudadana?
La estadística del Observatorio abarcó hasta el mes de junio e indica que los 690 homicidios registrados, proyectan una tasa general que se situaría en 13.4 casos por cada 100 mil habitantes al final del año y una tasa de homicidios intencionales de 10.5 casos por cada 100 mil habitantes, si la tendencia continúa como hasta ese momento.
El ciudadano comprende la gravedad de este estado de inseguridad cuando es víctima de situaciones como la sufrida por el doctor Pedro Ureña y sus amigos mientras viajaban por la frontera, desprovista de las condiciones mínimas para preservar de peligros a las personas que por allí transitan.
Solo entonces los ciudadanos se percatan de que realmente el país está mal: lo palpan en los servicios de salud cuando enferman y requieren asistencia, cuando caen presos, cuando gestionan documentos, cuando compran, cuando solicitan préstamos, cuando estudian, cuando envejecen, cuando trabajan, cuando están desempleados y muchos otros “cuandos” más.
Una sociedad donde diariamente ocurren asesinatos y crímenes por diferentes causas, donde la gente reacciona violentamente ante cualquier evento evidencia un estado de intolerancia extrema que demanda la creación de políticas públicas combinadas con acciones de salud mental y económica que permitan al ciudadano crear proyectos de vida para desarrollarse.
La crisis moral y económica de la República Dominicana se torna más compleja y asfixiante haciendo temer que la paciencia colectiva se pierda en un momento dado en el que se quiebre la ficticia paz social impuesta por la violencia de un poder corrupto y corruptor que envilece y pervierte todo lo que toca.

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