¿Les digo Algo?

¿Les digo Algo?

Los neurólogos, neurocirujanos, cirujanos de los distintos órganos, oncólogos de adultos y niños, cardiólogos, endocrinólogos, gastroenterólogos, hematólogos especializados en los problemas de la sangre y los psiquiatras tienen las consultas llenas debido al repunte que en los últimos años han experimentado las enfermedades que ellos tratan.
Sin embargo, parece que a los médicos especializados el aumento de los pacientes afectados con las enfermedades que ellos pueden tratar no les ha movido a contribuir con la necesaria prevención, aunque sea advirtiendo a la población sobre estos males y su manejo. Muchos ven en cada enfermo una mina de pesos.
Un ejemplo de cómo los especialistas con renombre por su incidencia social, por su presencia mediática en espacios de radio y televisión dirigidos por ellos mismos o a los que comparecen invitados a hablar como expertos de las diversas especialidades están aprovechando el repunte de las enfermedades para enriquecerse, es que han subido el precio de las consultas.
Hasta la semana pasada, en por lo menos una clínica del centro de la capital, un especialista aumento de tres mil pesos que cobraba por una consulta a 4 mil, también se ha informado de otras cuyas consultan pasan de los 5 y 6 mil pesos.
Claro, que los expertos de todas las profesiones se sienten en el derecho de cobrar por sus conocimientos el valor que ellos estiman, no obstante, cobrar cuatro y seis mil pesos por una consulta a un dominicano es un simple abuso.
Es un abuso porque se trata de una suma que en esta sociedad es colosal,tomando en cuenta que el salario mínimo nacional es de5 mil pesos y los ciudadanos deben poder satisfacer sus necesidades básicas en escalas consecuentes con sus salarios, pero esa norma aquí se ha olvidado y nadie se interesa en actuar con justicia.
El colmo de todo esto es que en el país la tarifa médica no es regulada y, si las leyes lo contemplan, pasa como con todas las leyes, nadie las cumple y mucho menos las autoridades encargarlas de hacerlas cumplir, que se hacen de la vista gorda mientras el enfermo, pobre o rico, tiene que aceptar lo que le cobran.
Esto es así, porque para toda persona lo más importante es la vida y si no se cuenta con dinero se coge prestado y si se tiene no escatima en pagar lo que se pide con la esperanza de mantener o recuperar la salud.
Es ahí donde entra la ética y el compromiso del profesional formado para servir a la sociedad que paga sus estudios. Cómo es posible que un médico no sienta remordimientos por cobrarle a un paciente, afectado de cáncer, de Alzheimer o cualquiera otra enfermedad, el mismo precio por su consulta cada vez que lo visita.
Mucho más grave es la situación porque la mayoría de los especialistas están fuera de los segurosy para la población más vulnerable una enfermedad de alto costo se convierte en una condena definitiva e inapelable.

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