Ley debe imponer a Alvarito restaurar honra de Duarte

Ley debe imponer a Alvarito restaurar honra de Duarte

Ubi Rivas.

Con Álvaro Arvelo Aybar, Alvarito, he sostenido una estrecha amistad por medio siglo, inclusive mi vecino por 14 años en Gascue, conversando a diario, por horas, y a quien no contacto desde hace años, lamentando siempre que desertó de la pobreza para escalar escenarios económicos altos con la garrocha deprimente del lenguaje grosero, soez y rastrero.
Es mi gran pena escribir en esta ocasión del afecto entrañable, pero me asiste mi temprano criterio de que no soy enemigo de personas, sino de conductas, que en este caso, adquiere una resonancia cumbre.
Conozco por referencias el lenguaje prosaico, fuera de toda prudencia y decencia que pronuncia Alvarito por la radio, nunca lo he escuchado, pero recuerdo que en una ocasión tomando un taxi por avería de mi vehículo, el chofer, escuchando a Alvarito, exclamó que desde que Olga Lara se distanció de él, cambió para siempre y para mal, su conducta y vocabulario.
Resulta que el día 28 de septiembre reciente, Alvarito incurrió en el sacrilegio de vituperar al Único Padre de la Patria Juan Pablo Duarte Díez, denostándolo de “charlatán, cobarde, depresivo, homosexual, canalla, histérico, depresivo, vacilante, irresponsable, inconsecuente con su familia ni con su patria”.
Todos los historiadores dominicanos, desde José Gabriel García, Emilio Rodríguez Demorizi, Vetilio Alfáu Durán, Ramón Marrero Aristy, Franklyn Franco Pichardo y Frank Moya Pons, difieren de Alvarito, postulando los sacrificios de cárcel, exilio, hambre y traición de todos los Trinitarios, con la excepción de José Joaquín Pérez, que padeció el Patricio Supremo de la nacionalidad dominicana.

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