Ley, deseo y realidad

Ley, deseo y realidad

Más que la roca Tarpeya, es la rueca. Vueltas y más vueltas sin lana para hilar, noria para llegar al mismo sitio. Ecolalia frustrante que atraviesa generaciones y sin presentir el ocaso, los chamanes persisten e insisten en procura de su cuota de poder, porque sí. Momento peligroso para la cómoda irresponsabilidad que azuza, sonríe, cotiza y se regodea con la efímera fama, esa del relumbrón mediático que encumbra tanto como sepulta. Provoca sin remordimiento alguno, porque si el santo no hace milagros se cambian devociones e indulgencias y tan campante.
Ocurre en el vórtice de aquello que Luigi Ferrajoli llama “la crisis de la participación política”. Crisis que, sin asumir, afecta el discurrir político criollo. Se padece como algo absolutamente normal, encubierta tras consignas, esquinas ocupadas por la demanda de ocasión, por la frívola solidaridad del instante, por la militancia que el chateo concita desde el ático, antes del vuelo, después del aterrizaje, entre masaje y jacuzzi.
En “Poderes Salvajes. La Crisis de la Democracia Constitucional” el jurista italiano comenta el distanciamiento de los partidos de la sociedad, debido a su pérdida de representatividad y arraigo social. Dice más: son pocos los jóvenes que participan en la vida de los partidos por razones ideales y no con la esperanza de encontrar un empleo.… “el recambio del estamento político queda inevitablemente confiado a las relaciones personales o lo que es peor, a las de carácter familiar y clientelares de los dirigentes. El resultado es una caída de la calidad, no solo profesional sino también moral e intelectual de la clase política” (op.cit página 78)
Aquí, para validar la advertencia de Ferrajoli, basta revisar las ofertas electorales durante la campaña recién pasada. El examen sirve para comprobar la consanguineidad irritante y descarada, los parentescos como currículum, los ancestros como garantía de idoneidad.
Ningún partido escapó de la arbitrariedad en la selección de sus candidaturas, en el alarde genético y conyugal. Es por eso y a sabiendas que la lucha política no solo es entre partidos, como sostiene Alejandro Nieto, que aflora, en los representantes de organizaciones cívicas, el deseo de interferir e imponer métodos y personajes, para incidir en procesos impostergables, a partir del 16 de agosto. Aspiran desconocer mandatos y entidades que otrora su empeño justificó. Instancias consagradas en la Constitución que hoy incomodan. No les satisfacen.
Después de agotado el libreto previo al Pacto Fiscal, al Pacto Eléctrico, después de repetir los argumentos para conseguir la Ley de Partidos y la Ley Electoral. Luego de la persistencia en el arrebato de curules, en el “fraude colosal” que pretende deslegitimar dos de los poderes del gobierno- ejecutivo y legislativo- y también afecta los gobiernos municipales. Después de remachar la inequidad en la competencia electoral, la maldad que anida en el corazón de los ganadores, el turno corresponde al Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).
El abc será reproducido hasta el hartazgo, en procura de omitir la ley y demeritar funciones que el voto avala pero estamentos sociales “apartidistas”, deploran. La existencia del CNM fue celebrada, sin embargo, ahora, la execración rodea la instancia. El Consejo está integrado por “el Presidente de la República; el Presidente del Senado; un senador o senadora que ostente la representación de la segunda mayoría; el Presidente de la Cámara de Diputados; un diputado o diputada que pertenezca a un partido diferente al del Presidente y que ostente la segunda mayoría.” También por el Presidente de la SCJ, un magistrado de la SCJ y el Procurador General de la República. La conformación no incluye participación cívica. Su función es designar los jueces de la SCJ, del Tribunal Constitucional, del Tribunal Superior Electoral y evaluar el desempeño de los jueces de la SCJ. Es mejor proponer candidaturas, como prevé la ley orgánica del CNM, y vigilar el decurso de la valoración, que desacreditar el proceso y lamentar, antes del resultado. Acatar la ley, podría convertir los deseos en realidad.

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