Lidia Ariza nació siendo artista. En su niñez inventaba mucho con sus hermanos, y a los 15 años decidió que quería ser actriz, a pesar de que esta profesión no era bien vista en esa época.
A esa edad se inscribió sola en Bellas Artes; no contaba con la aprobación materna ni de sus hermanos, pero entendía que eso era lo suyo.
“De ahí en adelante no me sacó nadie y seguí contra viento y marea. Me iba a pie, porque mi madre no me daba dinero para el pasaje, incluso no vio una obra mía hasta mucho tiempo después cuando ella entendió que eso no era malo, que yo no era una prostituta, que no me juntaba con nadie que me daba drogas ni que me iba a perder en el mundo. Ella y mis hermanos vieron que ese era mi mundo, y no les quedó de otra que ser mis fans. Vieron que se puede ser artistas sin ser delincuente”, afirma con una sonrisa la actriz que se inició en esta carrera en la década de los 70.
Y esa convicción que tuvo en su adolescencia le ha dado la razón. Durante muchos años estuvo en “Calíope”, con Salvador Pérez Martínez y Lucía Castillo, a quienes definió como sus grandes maestros. Luego conoció a Germana Quintana, quien la buscó para la obra “Agnus Dei” (Cordero de Dios).
“Esto fue como el salto al teatro”, asegura la actriz que además ha trabajado con Bienvenido Miranda, Iván García, Franklin Domínguez y otros grandes directores teatrales.
El poder actuar en el teatro es algo que la llena de satisfacción. Esto le ha permitido reflejar, a través de sus personajes, lo que mucha gente quiere ser o demostrar en un momento determinado.
Se define a si misma como una persona que por lo general es dulce, cariñosa, amorosa -y otras veces ácida-, y ha personificado tanto a figuras de fuerte personalidad como a otras tiernas y encantadoras.
“En las últimas producciones que he actuado como ‘La duda’ y ‘Un tranvía llamado deseo’ me han tocado personajes con un carácter bastante fuerte. Yo pienso que los productores y los directores que me han buscado piensan que puedo desarrollarlos como tal y con toda la intensidad que llevan. Son personajes que sacan de ti una parte que no estás mostrando a diario, pero que te permiten como actriz ver otra faceta de lo que puedes ser. Además tienen una riqueza increíble”, explica la actriz.
Y con mucha gracia reconoce que después que concluye el montaje tiene que “hablar muchos disparates para exorcizarlos”, para evitar que la dejen marcada. Esto fue precisamente lo que hizo cuando dio vida a la madre superiora de “La duda”.
“Si tú no eres fuerte como ser humano, e inteligente, esos personajes te pueden arropar y adueñarse un poco de ti. Hay que dejarlos de lado para volver a ser tú misma”, asegura.
Pero también le han tocado personajes muy “chulos y alegres” que van equilibrando toda esa fuerza e intensidad que tienen los roles fuertes. Entre estos señala el de la joven que hizo en “La muchacha sin retorno”, junto a Germana Quintana y Fernando Casado. La pieza trata sobre una joven que es enviada de regalo a un hombre mayor.
Otro que le gustó fue el de una viejita que nuevamente se enamora en la obra “Las locuras de papi y mami”.
Proyecto. Para el año que viene Lidia y Germana estarán celebrando las tres décadas de la fundación del grupo de teatro de la universidad APEC. Lo harán con el montaje de la obra “Los árboles mueren de pie”. en donde hará de una abuela que tiene un papel preponderante.
Otro proyecto que tiene en carpeta es hacer el monólogo de la obra “Las prostitutas nos precederán en el reino de los cielos”. “Es un personaje provocador. A mí me gusta ese tipo de personaje”, afirma. .