Llegando al caos

Llegando al caos

Mi primo Jorge me llamó alarmado: le dijeron que el 80 por ciento de la población de la frontera estaba constituido por haitianos.

No tengo datos ciertos sobre la invasión que realizan los haitianos. No pude confirmar el dato.

Esa nueva invasión es como el súbito bienestar que experimentan los funcionarios corruptos: no se puede ocultar.

Cuando un pelagatos llega a un puesto público de importancia, maneja recursos, trafica con influencia, obtiene contratos del gobierno de grado a grado, invita la corrupción a su despacho, a su casa, a cualquier lugar, recibe tanto dinero que no puede gastarlo con facilidad.

Ese funcionario cambia el automóvil, muchas veces se divorcia, adquiere una casa o un apartamento de lujo, no siempre a su nombre.

Originalmente los haitianos eran ocultados bajo la hoja de parra del contrato entre su gobierno y el dominicano, para que un número de braceros viniera a los bateyes al corte de la caña.

Algunos salieron de los bateyes y se engancharon en la industria de la construcción en las tareas más duras, más difíciles, peor pagadas, una de ellas era la de picapedrero. Más adelante ocuparon las posiciones especializadas: varilleros, albañiles, colocadores de losetas, etcétera.

Los trabajadores haitianos se convirtieron en imprescindibles  en otras tareas: corte de la caña, recogida del café, siembra y cosecha del arroz, cuidado de fincas.

El tipo de hombre y mujer que llegó detrás de esas nuevas ocupaciones era diferente. En el pasado, cuando se contrataban los braceros, venía gente mayor, generalmente hombres con hijos.

Muchos se quedaron ilegalmente en el país cuando debían ser repatriados y trajeron sus mujeres.

Rubén Darío decía que la maldición de los pobres es el vientre de las mujeres y las haitianas son paridoras.

Los haitianos eran tranquilos, sumisos, callados. No participaban en riñas. Formaban parte de ese submundo poco visible cuya existencia desconoce mucha gente.

De un tiempo a esta parte la invasión haitiana cambió de modo radical y súbito.

Ahora los invasores son jóvenes y fuertes. Desplazaron los pordioseros, organizan regueras de ropas y calzados usados en cualquier lugar, venden víveres y verduras tirados en el suelo, fabrican y venden pirulíes, dulces de maní, venden jugo de caña, naranjas, mangos y toda suerte de frutas.

Reciben atención médica gratuita para dar a luz aquí.

El gobierno dominicano endeuda el país y coge prestado para sus necesidades y para atender los reclamos de la corrupción.

El gobierno norteamericano va logrando su objetivo de convertir la isla en una e indivisible.

Se está jugando con candela.

Las guerras civiles son terribles, las guerras raciales o religiosas son peores.

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