Lluvias que desnudan las mentiras burocráticas

Lluvias que desnudan las mentiras burocráticas

El exagerado gigantismo de la Capital dominicana fue afectado por las copiosas lluvias que arrastró la tormenta Beryl el pasado martes 10. Esas lluvias de varias horas de duración desnudaron todas las fallas de la naturaleza dominicana en el cuidado de su entorno y de sus propiedades. Es que casi nunca se preocupan de darle mantenimiento de las cosas que le facilitan la vida.

Casi todos los capitaleños sufrimos ese martes para no recordar, y en carne propia y con los vehículos inundados en medio de las calles cubiertas de agua con todos losregistros tapados por el gusto de los ciudadanos detirarla basura alacalle. Y más ahora queelvolumen de los envases plásticos amenaza afectar elecosistema yen particular lafaunamarina.

El puente flotante delOzama fue la mejorbarrera paranosolo retener las lilas sino la enorme cantidad de basura acumulada quesehaconvertido enuna tarea que desborda lospocos equipos quetrabajanpara supuestamente remover toda esa basura.

Las autoridades habían iniciado unprogramadelimpieza deimbornales pero la velocidad conque el ciudadano tira basura a lascalles supera la lenta burocracia que se ocupa de un trabajo que se lleva a cabo y al ritmo de empleado público. Ocurre también que sacan la basura fuera del programa establecido de recolección por parte del Ayuntamiento, pero sucede que nunca cumplen tales horarios. Todo esos nos desnuda como una sociedad muy descuidada con la limpieza y de poca educación cada día mas embarrada ensus desperdicios. Ahí esta elcasode lacañadade Bonavides que fuereconstruida con unalosa de techo y los vecinos le han abierto huecos parapoder tirar la basuraensuinterior ydenuevo se agravó esa zona infectada por los desperdicios de los vecinos que quería volver a su cañada afectando la salud de toda la comunidad.

Fueimpactante queahora lazona sur delpaís, enespecial la capitalySan Cristóbal,recibieran ese volumen de agua comonunca y solo recordaba los aguaceros del huracán David y la tormenta Federico en septiembre de 1979. Hasta ahora todos losfenómenos naturales mas impactantes y dañinos habían ocurrido en la vertiente norte de la Cordillera Central, que los capitaleños por los medios de comunicación y pese a las redes sociales, ni se enteraba..

Esas copiosas lluvias no incidieron en el volumen de los embalses de las grandes presas que no subieron de nivel y no premiaron con masagua que siempre es necesaria. El agua se concentró en unaparte de la vertiente sur de laCordilleraCentral. Santo Domingo, SanCristóbal y Villa Altagracia fueronanegadasde agua enespecial por las crecientes de susríos Ozama, Haina, Nigua y Yubazo. Y todavía San Cristóbal tiene barrios con agua estancada que no han podido recuperar su tranquilidad a los moradores que algunos no son tan pobres.

Donde las lluvias desnudaron la indiferencia de las autoridades para darle mantenimiento a las obras fue en la capital con las calles intransitables y muchos edificios públicos convertidos en coladores con sus techos sin impermeabilizante adecuado dejando pasar toda el agua ya que sus desagües estaban tapados por la basura, hojas de árboles, resultaban insuficientes y en donde los encargados de mantenimiento no se interesan en revisarlos periódicamente.

En esta ocasión el Gobierno le puso poco caso a esas lluvias, distinto cuando el fenómeno afecta la costa norte. Esta vez ni siquiera se vio algo espectacular de socorrer a los perjudicados con esas costosas campañas mediáticas tan populares en esta administración. La carga de los trabajos recayó en el personal del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones. Todavía lloviendo torrencialmente se les veía trabajar para que el tránsito no se interrumpiera hacia el Cibao por la Autopista Duartey hacia elSur por la 6 de Noviembre en las cercanías de San Cristóbal.

En esta ocasión el Gobierno solo interrumpió su programa de inauguraciones de edificaciones como escuelas el martes 10, pero al día siguiente ya estaban inaugurando nuevas obras en zonas que no habían recibido el impacto de las lluvias sin ser tan perjudiciales como las ocurridas en San Cristóbal.
Quizás era un meta mensaje de establecer que tales lluvias no eran peligrosas y que la gente en su percepción las había sobrestimado en su dimensión y volvería a su normalidad pese a que muchos perdieron ajuares dañados por las aguas y otros vieron colapsar las paredes y techos de sus endebles viviendas.

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