Lo de Odebrecht

Lo de Odebrecht

El asunto de Odebrecht es como un témpano de hielo muy elevado sobre el mar, el cual, sin embargo, tiene en su base un tamaño enorme en profundidad y en amplitud, que supera la más fértil imaginación de cualquier autor de ciencia ficción.
Pese a los ríos de tinta que corren sobre el escandaloso asunto de la multicorrupción creado por la empresa brasileña, aún faltan muchas aristas por descubrir de una figura de una geometría infinita.
Los Odebrecht tuvieron éxito en muchos casos, donde quiera que actuaron. No hay corrompido sin corruptor, es cierto, pero cuánta gente se prestó a traicionar a sus países obteniendo beneficios y canonjías indebidas, para servir al vellocino de oro condenado en tiempos que la memoria no ha podido olvidar.
La envenenada flecha de la corrupción, que todo lo daña, fue descubierta y lanzada con un arco que multiplicaba la eficiencia de la maldad hasta niveles nunca vistos.
Desde Brasil lo que nos vino fue un sunami que remeneó tantos altares que sólo se entiende si miramos a nuestro lado y vemos cómo crecen las fortunas sin que sus dueños puedan justificar su origen y crecimiento.
Lo peor del caso es que se considera triunfadores a quienes tienen algo que perder, aunque se desconozca qué pata puso qué huevo.
Lo de Odebrecht es mucho más profundo que el tempano de maldad, de perversidad que lo sustenta, es un retrato de la actualidad social que ensucia, que daña, que aniquila la honradez y la bondad humana.
De pronto se descubre que hay una furnia insondable, tan profunda que resulta difícil hasta imaginarla, dado que es imposible hurgar en los insondables vericuetos del alma humana y la disposición de muchos para saltar cualquier tipo de obstáculo profundo, elevado.
Mi tío Elpidio Puello quien conoció en los tribunales hasta dónde es capaz de llegar el hombre, decía que si hubiera sido escritor habría producido dos volúmenes titulados: “El hombre, la criatura más excelsa de la humanidad” y el otro: “El hombre, la criatura más execrable de la humanidad.
Es en el filo de la moral, la educación doméstica, el ejemplo de padres y madres, es dentro del amplio y malsano campo de la impunidad donde hay que buscar el origen de la concepción, puesta en práctica y el desarrollo de una política de tentación y convencimiento, que logró tan alto porcentaje de envilecimiento, que obliga a un estudio de la actitud actual de la humanidad, frente a la ambición desmedida por deslumbrar a los demás con el brillo de bienes sin cuenta, sin que importen los métodos usados para obtenerlos.
Esa faceta del caso de Odebrecht debe ser estudiada a profundidad, como estudió esa empresa la posibilidad de que sus tentadoras ofertas fueran aceptadas por muchos.

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