Lo que puede depararnos el futuro

Lo que puede depararnos el futuro

Los dominicanos no nos estamos percatando de las posibles consecuencias de la degradación y descomposición que estamos sufriendo en medio del contexto internacional vigente.

La economía funciona contrariamente a sus leyes. El Banco Central rebaja intereses para desalentar el atesoramiento rentista de capitales con intenciones de alentar inversiones en la economía real; pero los depósitos en sus bóvedas aumentan en lugar de disminuir.   

Nuestra sociedad se hace cada día más parasitaria  por el incremento burocrático y de subsidios, inhibiendo su productividad y capacidad de emprendimiento. Y fomentando ocios precursores de delincuencia abonada por una economía que no genera puestos de trabajo.

Una delincuencia que nos somete a  inseguridades en calles y hogares, arrinconándonos  y ensimismándonos en perjuicio de la creatividad y socialización.

Las autoridades lucen vencidas o infiltradas por fuerzas magnificadoras de esa delincuencia, como el tráfico de sustancias y dinero, fomentando una economía soterrada que sostiene su “estabilidad”. Para compensar, comenten excesos sin preocuparse por la credibilidad de sus actuaciones, mermando  el respeto y la confianza que deben inspirar.

La educación se degrada: obtuvimos la peor calificación en ciencias y matemáticas del hemisferio occidental.

Preñada de faltas ortográficas, una jerga alentada por la cibernética domina la comunicación. Carente de valores cívicos y morales,  los recintos escolares se convierten en focos de delincuentes y excesos policiales.

Las ejecutorias gubernamentales dejan que desear. La obra paradigmática, el Metro, promovida  internacionalmente como símbolo del progreso, sufre interrupciones a las que se pide acostumbrarse. Las obras públicas se paralizan o no se ejecutan a pesar de especular con asignaciones de recursos, desconocidas por haberse descontinuado su publicación mensual y detallada.

El sistema político se encuentra empantanado, incapaz de salir airoso de su propio marasmo: Se debate una Constitución sometida por el gobierno en nombre de la revolución democrática que termina estigmatizada por el retroceso con la complicidad de una oposición que ingenuamente se convierte en promotora mediante la suscripción de pactos que neutralizan su rol.

Los partidos no dan señales de autoregeneración. Las protestas populares se desvanecen ante meros anuncios de  vaguadas.

El ejercicio idóneo de la  política no concita recursos ante praxis inspiradas en riquezas súbitas. No se vislumbra casamiento de nadie con la gloria.

Expresidentes norteamericanos, impulsan iniciativas para sobrecargar nuestra ya mas que cumplida responsabilidad con Haití en medio de tambores intervencionistas remojadores  de barbas provenientes de Honduras.

Al ser demócratas, como otras administraciones que han dispuesto ocupaciones militares al país, y como la de ahora, esa posibilidad no es descartable.

Sobre todo si las instancias responsables de la  nación sigan actuando ignorando lo precedentemente  descrito.

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