Los altos costos del desorden

Los altos costos del desorden

Proveer servicios públicos funcionales y oportunos es una misión difícil y altamente costosa  en  ciudades que han crecido de manera desordenada, sin planificación urbana y si respeto de las normas. Santo Domingo es un buen ejemplo de ello. El tránsito, caótico y dispendioso en gastos de tiempo y combustibles, es una de las expresiones más elocuentes de esa realidad.

El miércoles, en el almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio, los arquitectos Cristóbal Valdez, Rafael Tomás Hernández, Omar Rancier y Erwin Cott expusieron que en los últimos 30 años se han hecho 82 proyectos de desarrollo para el gran Santo Domingo, pero ninguno ha sido ejecutado. La misma suerte han corrido veinticinco propuestas de desarrollo hechas  en 2001 por  un grupo de arquitectos y urbanistas latinoamericanos y europeos.

  Lo que tenemos en virtud de la falta de voluntad para organizar el crecimiento es un elevadísimo costo, no solo en términos económicos, sino también de funcionalidad. La tendencia a la verticalización urbanística nos ha llegado tarde, cuando ya la ciudad ocupa un área cuyos requerimientos de servicios son difíciles de costear. De la misma manera que tenemos suficiencia en cuanto a normas regulatorias, tenemos un gran déficit en voluntad política para hacerlas valer. Esto tiene un costo inmenso.

Otra tara  para la educación

Los apagones, que en estos días han arreciado, constituyen una de las taras más perniciosas para la enseñanza en todos sus niveles. El aprovechamiento docente resulta  mermado de manera significativa en horas de la noche. Los apagones perjudican la docencia en las escuelas públicas, colegios privados, academias de carreras técnicas y en las universidades, si se toma en cuenta que la mayoría carece de plantas de capacidad suficiente para proveer la energía que necesitan.

Se trata de un obstáculo muy serio que hay que sumar a las deficiencias que, de por sí, tiene nuestro sistema de enseñanza, sobre todo a nivel público. Los apagones no solo impiden o limitan las horas de docencia nocturna, sino que también son una de las causas de pérdida de entusiasmo entre los estudiantes. La solución de las limitaciones que tiene el sistema de enseñanza necesariamente tiene que estar asociada a un suministro estable de electricidad.

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