En una parada de camión en el distrito comercial de Nanshan en Shenzhen, China, el aire estaba saturado con el sonido de pájaros de un parque cercano esa tarde. La calle estaba silenciosa, con la excepción de algún ocasional camión diésel, una resistencia al futuro que llegó casi sin hacer ruido: el camión eléctrico.
Una mujer que revisaba su celular mientras esperaba no notó que el vehículo había llegado. Fue hasta que se abrieron las puertas y salió un hombre que gritaba en su teléfono, que se dio cuenta de lo que pasaba y subió.
Los pasajeros pasaban y pagaban con WeChat, la app de Tencent, el gigante chino de redes sociales cuya sede de 50 pisos puede verse desde esa parada.
Cada megaciudad puede contar su historia en incrementos de decibeles. Para la mayoría, el punto de inflexión fue la Revolución Industrial. Pero en Shenzhen, ahora con más de 20 millones de personas y fábricas que producen hardware de alta tecnología, la era silenciosa solo está cuatro décadas en el pasado. Entonces, la respuesta a Silicon Valley de China fue una serie de tranquilas aldeas pesqueras al otro lado del río del ajetreado Hong Kong.
En 1980, Deng Xiaoping declaró a Shenzhen la primera zona económica especial de China. El eterno ruido urbano llegó de golpe: autos, carreteras, camiones de entrega, sirenas, autobuses, fábricas, plantas eléctricas, instalaciones de envío, trenes e innumerables motocicletas. La nueva metrópolis rápidamente ocupó su lugar entre sus homólogos mundiales en la producción eterna de ruido.
Un plan maestro creó 14 complejos industriales locales para distribuir el riesgo del experimento del gobierno. Los trabajadores de la primera fábrica dependían de unas 300 aldeas pesqueras y agrícolas para suministros básicos como agua y comida.
El resultado es que el Shenzhen moderno tiene varios centros con complejos a distancias caminables, según Juan Du, profesor de arquitectura de la Universidad de Hong Kong, quien estudió la transformación urbana. La ciudad experimentó con infraestructura: carreteras, corredores de camión y un metro que ahora tiene una tercera parte de las paradas que el de Nueva York. Trenes bala, ferris y un nuevo aeropuerto la conectan con el mundo.
Por la forma en que se urbanizó la ciudad, con rascacielos que llenan los huecos entre las comunidades agrícolas rurales, la mitad de los residentes son personas que no necesariamente necesitan autos propios.
La nueva Shenzhen es una mezcla de autobuses, scooters, bicis y taxis, todos eléctricos, e incluso camiones volcadores eléctricos, y se ha colocado a la vanguardia de algo sin precedentes: es la ciudad más silenciosa. Si Shenzhen está al frente del reemplazo a nivel metrópolis del motor de combustión, entonces BYD Co. es el nuevo Ford de la ciudad electrificada de China.