Los católicos rendidos a los pies de Jesús

Los católicos rendidos a los pies de Jesús

La Iglesia católica conmemora hoy en todo el planeta una festividad que por muchos años fue considerada la más importante de todas sus festividades. Era tan solo comparable con el Jueves Santo y el día de la Navidad. Se trata de la presencia real de Cristo en la Eucaristía que fue establecida por bula papal en 1262 durante el pontificado del papa Urbano IV.
Precisamente la veneración surgió en Lieja de donde Urbano IV había sido obispo con su nombre de Santiago Pantaleón. Su origen fue en 1246 por las visiones de una monja, la abadesa Juliana residente en un monasterio cercano a Lieja. Otro obispo de Lieja, monseñor Robert de Torote, instituyó la fiesta en su diócesis.
El oficio de la festividad de Corpus Christi fue escrito por Santo Tomás de Aquino y está todavía vigente. Luego, el papa Clemente V en 1311, ratificó la bula de Urbano IV. De esa manera la festividad se convirtió en algo muy venerado en Europa hasta mediados del siglo pasado con la iglesia debilitada por el período de secularización que vive ese continente, como es el caso de Francia, que a la carrera está siendo absorbida por el islamismo.
Las procesiones del Santísimo por las calles de los pueblos, tanto europeos como latinoamericanos, se convirtieron en muy populares durante varios siglos hasta finales del siglo XX. La fe dominaba a los feligreses quienes para demostrarla eran animados por los sacerdotes a mostrar su amor por Jesús y les dedicaban esfuerzos y recursos para decorar las calles de los pueblos por donde pasaría la procesión del Santísimo. Se utilizaban arcos que cruzaban las calles, y con flores y telas bien decoradas, las vías adquirían un colorido muy típico para cada comunidad de acuerdo a su fe.
Por igual, las iglesias se decoraban con especial cuidado para la ocasión. La hostia consagrada en una misa solemne se guardaba en una hermosa custodia, muchas de gran valor, y se llevaba a la celebración de concentraciones masivas de fieles con la presencia de miles de personas para adorar la presencia de Jesús en la hostia.
No hay dudas que la vida de Jesús encierra muchos misterios. La parte de su vida terrenal fue descrita en los llamados tres evangelios sinópticos de Marco, Lucas y Mateo. Los mismos dejaban abiertos interrogantes de cómo fue posible cotejar tantos mensajes, ya que Jesús no andaba como San Pablo con su equipo de redactores. El apóstol San Pablo tenía con él a San Lucas que fue autor de uno de los evangelios y redactor del libro de los Hechos de los Apóstoles.
Sin embargo, el evangelio de San Juan conocido como místico y hasta de difícil entendimiento, incluso para los teólogos, plantea muchos interrogantes que se desprenden de la lectura desde el capítulo 13 hasta el versículo 18 del capítulo 18. En ese segmento del Nuevo Testamento se consigna un largo parlamento del Maestro durante la Última Cena, previo a su detención para su posterior crucifixión.
Era lógico suponer que con la gran tensión que embargaba a Jesús y a sus apóstoles conocedores de los acontecimientos que se aproximaban por el apego a las profecías, era muy difícil para Él y sus apóstoles guardar todo lo que dijo para luego plasmarlo fielmente en los evangelios. En consecuencia, la Revelación tuvo mucho que ver para iluminar a los evangelistas de los cuatro evangelios. Al menos, que después de su Resurrección, Jesús permaneciera un tiempo prudente para afianzar todas sus prédicas y orientaciones de conducta y de vida. Se le dio forma a su doctrina la que luego San Pablo, con su equipo de escritores, la esparcieron entre los gentiles en los países a orillas del Mar Mediterráneo.
Corpus Christi conserva toda la novedad de una noticia nueva, que por tradición se conmemora. Sin profundizar en sus propósitos. Es algo fundamental para comprender la parte del evangelio de San Juan tan profundo y misterioso que no alcanzamos a comprender plenamente. Es que Dios nos dejó su mensaje después que su Hijo resucitara para enterarnos de la trascendencia de la vida más allá de nuestro cuerpo físico. Éste, cuando deja de existir, en poco tiempo es devorado por los gusanos pero el alma pasa a otra dimensión.

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