Los dominicanos de Ángela

Los dominicanos de Ángela

La idea fue de Soledad Álvarez, quiso para la revista País Cultural, la glosa. El convenio afectivo incluyó la reedición en esta columna. Procedo al resumen: Cuando Nelson Marrero, subdirector de este periódico, encomendó la tarea, sabía que el desempeño sería óptimo. El mandato pretendía: “una obra que reuniera las características que diferencian al pueblo dominicano del resto de los latinoamericanos y del mundo. Una aproximación periodística a las principales características de los dominicanos-hombres y mujeres-”. El trabajo, responsabilidad de Ángela Peña Estrella, superó las expectativas y Marrero asevera que la autora ha logrado destacar, con su investigación, consultando una apreciable cantidad de libros y artículos, la esencia del dominicano, descubrirlo ante los ojos de los lectores, mostrar con maestría nuestro origen, nuestros males, debilidades y fortalezas como nación”.
Dieciséis años después, las personas que no disfrutaron los 38 artículos, publicados -periódico HOY- pueden, gracias a la recopilación auspiciada por el Archivo General de la Nación, analizar el resultado de decenas de entrevistas y consultas bibliográficas, realizadas por la Premio Nacional de Periodismo. La pretensión fue descubrir, ratificar, la esencia de la dominicanidad. Continuar la exposición de la perenne contradicción que, sin definir, define el ser dominicano. Eso que somos sin asumir. Ethos que persigue y marca. La negación de la identidad. Rechazo que deviene en choteo y exaltación, para conjurar la nada. El aturdimiento que produce la convicción del menosprecio. La inutilidad, la laxitud como señal y sino, también esa capacidad de soñar y emprender. Errar sin rumbo y resistir. Ese desconocer la pausa, cuando el propósito motiva, porque como afirma Manuel Rueda: “la pereza del dominicano ha sido tema de grandes pensadores nuestros y yo estoy en desacuerdo con ellos, porque si uno ve el arte, la artesanía, la agricultura, como se gana la vida el dominicano, jamás puede imaginarlo haragán”. (Los Dominicanos. Ángela Peña, página, 264) Josefina Zaiter avala, cuando menciona el chiripeo, las mil maneras para buscársela que tiene la mayoría.(op.cit.)
La pendencia estuvo presente en el siglo XIX y XX, pesimistas, realistas, peleaban el cetro de la descalificación. Es la pugna entre quién más convence o acomoda. Bonó, Moscoso Puello, Lugo con “el pueblo semisalvaje, apático, belicoso cruel, desinteresado. Organismo creado por el azar de la conquista con fragmentos de tres razas inferiores o gastadas”.
La veteranía de Angela, recorre, ausculta, con apego a la prudencia. Respetuosa de los límites que el oficio comporta, virtud inexistente en generaciones degradadas como en el bisoño relevo. Aséptica más que escéptica. Su característico esmero le asigna credibilidad y respeto. El compendio de los artículos confirma la calidad y pertinencia de una investigación sin alardes académicos. Cuenta con el aval de la inteligencia consultada, presta a veces a desdorar aciertos, cónsonos con el periodismo de investigación que no aspira honoris causa.
Las constantes investigaciones de la periodista, ameritarían catálogo. Sus series históricas causan revuelo. Dos libros fundamentales para entender el decurso de la política nacional: Partidos Políticos y Presidentes Dominicanos; Campañas y Crisis Electorales, compiten con Los Dominicanos.
Cauta, hasta la provocación, trabajadora obsesiva, sabe cómo lograr resultados que enorgullecen. Lo hace con denuedo, con paciencia de escultor. Sin ser artista, cincela. Ángela no tiene ínfulas ni tiquismiquis intelectualoides, empero, consigue más que la soberbia estéril. Sin fanatismo, fobias ni filias, acopia y reproduce. “Los Dominicanos”, abarca religión, política, pintura, novela, poesía, baile, sexo, alimentación, lenguaje. Recrea opiniones de los mentores del agobio nacional y del optimismo. Repasa la bibliografía fundamental para entender la patria. Candombe y zarzuela que definen el mestizaje que ocupa el territorio y se convierte en equipaje ineludible, compañía permanente en cualquier lugar del orbe. Va más allá del padre Vásquez con su “ayer español nací, y a la tarde fui francés. Quizás comparte, con Rueda, cita recurrente en la investigación, aquello de: “lo dominicano, el dominicano, podrá ser sentido pero nunca explicado.” La investigación, mantiene la saga, la inquietud por la identidad. Su búsqueda.

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