El gesto de la solidaridad y del amor entre personas envejecientes del asilo San Francisco de Asís, ubicado en la Carretera Sánchez, en esta capital, son expresados por los abuelos en su cotidiano vivir.
Varias acciones fueron observadas por reporteros de HOY, las cuales llamaron la atención como la de un anciano que va en ayuda de su compañero invidente que con su bastón se trasladaba con limitaciones hacia un espacio peligroso.
Había otro envejeciente que paseaba a su amigo de asilo por el recinto en su silla de ruedas pero también fue visto un abuelito que llevaba la comida a la boca de su amigo parapléjico.
A falta del cariño de sus familiares, sor María Romero, una de las 10 religiosas que dirigen el asilo, de la congregación Hermanitas de los Ancianos Desamparados, recomienda a los hijos cuidar a sus viejos en sus casas. Pide que solo los lleven a un asilo cuando no puedan atenderlos pero entiende que lo ideal es el cariño y el amor que les puedan brindar a los abuelos.
Dice con pena que hay envejecientes que han sido abandonados por sus hijos en la puerta del asilo, sin tomar en cuenta que dieron todos sus años de fuerzas para ellos.
De todas maneras, sor María manifiesta amor por los abuelitos. “Aquí tenemos una colección de muchachos”, expresó a carcajadas la religiosa de nacionalidad española.
Ella destaca que al principio para los abuelitos es un tanto difícil adaptarse al asilo pero que después por las atenciones se van adaptando y se asisten mutuamente.
En el asilo aprenden a practicar la solidaridad.
Félix José Senior tiene 102 años y lleva 22 años en el asilo. Camina solo y lee bien con sus lentes recetados. Atribuye su fortaleza a que se alimenta, hace el bien y lee la Biblia.
Sor María, quien recomendó entrevistar al señor José, expresa que el centenario hombre va a escuchar la misa todos los días. Él tiene tres hijos profesionales. Decidió solo ir al asilo luego de perder su vivienda en una hipoteca.
Viejo mi querido viejo. Otra acción bonita fue la del cubano, con casi 70 años, Antonio Rodríguez. El se sumó a un grupo de niños que le cantaban a los envejecientes. Dedicó a sus compañeros la canción que interpretó “Viejo, mi querido viejo”.
Dice que lo hizo motivado por su abuelo, su padre y por él mismo, que, asegura, se encuentra en la postrimería de la vida.
Por amor Antonio contribuye con las religiosas para que el asilo funcione bien. Pidió a Salud Pública la asignación de un médico para que amanezca en el lugar. Las monjas y todo el personal de apoyo se levantan diariamente a las 4:00 de la mañana para garantizar un buen cuidado a los envejecientes.