Los escritores y la invención de palabras
Víctimas infinitas de Manolo Pichardo

<STRONG>Los escritores y la invención de palabras</STRONG> <BR>Víctimas infinitas de Manolo Pichardo

POR ROBERTO GUZMÁN
Cada vez que se pone en circulación un libro es como participar en la presentación de un hijo ante la sociedad. Si bien hubo sudor en el parto, no es menos cierto que la celebración y el regocijo exceden en mucho a los trabajos del alumbramiento.

Mi formación lingüística me lleva a reconocer que los poetas son los únicos escritores que tienen licencia para crear palabras. Son ellos los responsables de integrar nuevos significados. Con esa dote de creación que les otorga la providencia pueden incorporar al idioma nuevos significados a las viejas palabras.

Se me ocurre traer a colación ahora la expresión de Gabriel García Márquez, quien durante una presentación en España se refirió a que se podía amar por toda una “eternitud”.  Después de la intervención un grupo de filólogos vinieron a preguntarle que de donde sacaba el esa “eternitud”. Porque esa no es palabra castiza. Y les sirvió la explicación siguiente: si una persona no es eterna, no puede prometer amor eterno. Para complacer el deseo de la duración cree “eternitud”.

Se me ha encargado la tarea de comentar el libro Victimas Infinitas para el público de Miami. El autor es el dominicano Manolo Pichardo. Es un libro de un poco más de cien páginas, que comprenden 49 poemas. Un libro de esos que se leen de un solo tirón, de una sola sentada, es decir, sin descansar.

Uno de los mayores placeres que puede proporcionar un libro es que ofrezca una lectura que alimente el espíritu. Con la lectura se puede ser espectador o partícipe. Se puede ver el raudo paso de las palabras sin brida. Aunque también se puede cabalgar con las palabras en la lectura participante. Sobre todo se puede disfrutar de una lectura, como en este caso, en que la lectura en voz alta imprime música a la palabra.

Este libro impone una lectura reflexiva. Hay un manejo de las expresiones que escapan a la cotidianidad. La lectura es una labor en este caso. En otras palabras, el disfrute de la lectura se logra cuando se descorre el velo para dar con el mensaje profundo.

Los poetas, por gracia divina, son magos. Encantan las palabras, para engañarlas y hacerlas decir otras cosas que no son las que designamos a diario con ellas.

El escritor que recurre a la poesía lo hace a sabiendas de que va a trascender la realidad de las versiones comunes. Se propone lanzar un desafío a los lectores para que estos descifren el mensaje oculto, el sentido profundo.

La lectura de estos poemas va más allá de la realidad. Los símiles, las figures del lenguaje toman alas y vuelan libres por encima de nuestro entendimiento. Para comprender la esencia de lo expresado el lector tiene que salir a atrapar el significado último.

Este libro invita a su lectura. Insta al no iniciado a cavilar; a pensar por si mismo. Lo incita a meditar con el poeta, a adentrarse en el pensamiento ajeno con la experiencia propia.

Libros de la índole del que me ocupa hoy son textos que acaban con la idea de que la poesía es solamente para producir emoción estética. Estos textos que pertenecen a Victimas Infinitas son de los que llevan más bien la intención de crear desazón.

Entiendo yo que la misión que trae el autor es integrarnos a su mundo. No trata de hacer esto de modo sereno, no. Nos sacude con la palabra para sacarnos de la modorra. Lanza un reto a la inteligencia para que descifremos el mensaje. No se trata de darlo todo, ni de entregarlo fácil.

Un rasgo que se hace necesario destacar acerca de este libro es que puede sobresaltar cualquier alma desprevenida. ¿Como así?  Por la ausencia de signos convencionales de puntuación. Más no hay lugar a desmayo porque la lectura provee la pauta para localizar los descansos. Es más, este detalle hace más interesante la lectura. Quizá ustedes se lancen como yo a tratar de cambiar los puntos y comas imaginarios para imprimirle otro sentido al escrito. Este es el tipo de ejercicio que suministra un placer adicional.

Hay que hacer un alto en este punto para recordar que las obras de arte se prestan a interpretaciones. Desde que salen del intelecto de su creador se ven expuestas a lecturas diferentes. Ya no vale la pena pensar en lo que el poeta quiso expresar. Lo que cuenta es lo que el lector percibe. Tanto valor tiene el juicio de este ultimo, el lector, como el del creador mismo, el autor.

Los poemas que trae el libro son de diferentes orígenes. Unos reflejan pasiones internes. Luchas interiores. Sentimientos personales. Experiencias propias. Otros desdibujan a grandes rasgos, con magia, el entorno del poeta, el momento vivido o imaginado. El del momento fallido, o el del logrado o conseguido, o quizás el instante onírico.

El libro esta organizado de modo que permite equilibrar el disfrute. Todos los poemas de un tema o corte no están juntos. Por ejemplo, los poemas de cariz social no están agrupados. Los que tienen un carácter intimista no están agrupados. Los que celebran la naturaleza están diseminados.

Es muy probable que este poemario sea solamente una muestra de la obra de Pichardo. El tiene una larga trayectoria como escritor. Se ha desempeñado como periodista en varios de los periódicos dominicanos. Hacemos votos para que otras selecciones sigan a esta que celebramos con entusiasmo.

Puedo dar testimonio de que el escritor hace galas de una gran riqueza de vocabulario. No se duerme en la repetición de gastados clichés. Al contrario, remoza a cada paso sus figuras para imprimirle mayor vitalidad a sus poemas.

La diversidad de los temas que toca en esta obra le permite mostrar la diversidad de su lira. Esa es una muestra de la capacidad que posee para afinar en diferentes tonos la expresión de sus sentimientos.

Brota en su poesía una fuerza de penetración y una capacidad de observación que llaman la atención del lector. Lanza su verbo con vigor, con vehemencia, sobre todo cuando se adentra en el tema social.

Sabe Pichardo en su arte hacer oposiciones, contraposiciones, destacar los contrastes de una manera que vale la pena retener. Para este efecto debe mencionarse el primer poema “No pensé.. .” en su quinta parte. Presten atención para el efecto que señalo a la parte que comienza: “Ahora una semilla estalla…” Hasta donde se escucha “.. .de una eterna implosión”’

No podemos olvidar que los poetas, los reales, los que merecen ese nombre, son seres privilegiados. Sí, están dotados de una fibra especial que vibra más sonora; que responde mejor a los estímulos. No son tristes sujetos pedestres que arrastran sus vidas monótonas. Tienen la dote de sintetizar pasiones, de transmitir de modo diferente al común. Sienten para nosotros y escriben para hacernos participes de efusiones que de otro modo soslayaríamos.

Para poder penetrar el secreto del libro hay que lograr desentrañar el contenido del mensaje que no siempre viene expresado en lenguaje llano, como se señaló antes. Existe un goce especial en al acto de desnudar la palabra de la envoltura poética, en el dilucidar el manejo del verbo, en el detectar los motivos que llevan al poeta a la elección del vocablo.

En el poema “Al filo de la esperanza”, podremos notar la reciedumbre de las metáforas, el juego que de ellas se hace, así como el desafío lanzado al lector para que desentrañe el sentido ultimo.

Con la lectura del libro se percibe que es una selección que trata de suministrar una muestra de la producción. Por ello es que trae temas tan diversos. Los invito a complacerse en la lectura de este poemario. Notarán, como hice yo, que no se trata de un estilo que sale al azar, sino que es fruto del trabajo de un artífice de la palabra. Las figuras poéticas son esculpidas con esmero.

Para ponerle un colofón a mi comentario los invito a leer los poemas. Se darán cuenta de que no hay accidentes en ellos. Son pensados, meditados, pulidos. Son arte salido de convicciones, de emociones, de admiraciones, de pasiones. Todo lo anterior sometido a los métodos estudiados, aprendidos, asimilados de los grandes, sin que esto signifique que hay imitación en ellos. 

El autor es lingüista,  abogado e historiador.

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