Los Evangelios y otros escritos canónicos

Los Evangelios y otros escritos canónicos

Jesus de la Rosa.

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La fijación definitiva de los textos canónicos vino a tener lugar a mediados del Siglo II después de Cristo. Dichos pliegos que suman veintisiete comprenden los Evangelios según San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan; también, los actos de los Apósteles atribuidos a San Lucas, una serie de Epístolas de diversos apóstoles, señaladamente San Pablo, y el Apocalipsis de San Juan. Los teólogos, especialmente los ortodoxos, hacen resaltar la diferencia existente entre esos escritos y los apócrifos, haciendo hincapié en que cada palabra de los primeros proviene de la Revelación divina, en tanto que cada expresión de los segundos se debe a humildes mortales.
Lo esencial en el Nuevo Testamento son los cuatro Evangelios en que se describe la vida de Jesús con sus milagros que habrían sido dictados por sus discípulos. La palabra evangelio que en griego significa “buena nueva” no tiene más sentido que el de una revelación acerca de la vida y obra del Hijo de Dios que se avino al martirio para redimir los pecados del género humano. Sin embargo, dicho vocablo también figura en la antigua literatura griega, sin relación alguna con la religión cristiana, como en la Odisea de Homero, y en una inscripción de Priena, ciudad antigua de Jordania, en conmemoración del día de nacimiento del Emperador Augusto. Fuera de los cuatro Evangelios conocidos, existían decenas de otros escritos de la misma índole que no fueron incluidos en el Nuevo Testamento por diversas razones. En efecto, en el Evangelio de San Lucas se hace mención de varios autores dedicados a componer evangelios, y en los escritos antiguos hay referencias a evangelios de los nazarenos, de los judíos, de los egipcios y de otros. Compartimos la opinión de quienes sostienen que los Evangelios Canónicos no deben ser considerados como fuente de partida en el sentido literal de la palabra. Que sólo se trata de reproducciones de lo que los apóstoles contaron de la vida de Jesús. San Mateo y San Juan eran apóstoles unido personalmente al Salvador, en tanto que San Marcos y San Lucas, por su parte, eran, respectivamente, discípulo de San Pedro y San Pablo. Entonces, los Evangelios de estos dos últimos no son obras de testigos oculares de los acontecimientos relatados. Los Evangelios según San Mateo, San Marcos y San Lucas están dedicados esencialmente a un solo tema: la vida de Jesús y su doctrina. El estudio comparado de los mismos muestra que aproximadamente una tercera parte de su contenido es común a los tres. Las partes que únicamente están en cada uno de esos tres Evangelios por separado constituyen la mitad del Evangelio según San Lucas, la tercera parte del de San Mateo, y, aproximadamente, la décima parte del Evangelio según San Marcos. El Evangelio según San Marcos expone ante todo las parábolas atribuidas a Jesús, mientras que los Evangelios según San Mateo y San Lucas comprenden, pese a sus diferencias, datos idénticos tocantes al nacimiento de Cristo y al de su infancia.
Estudiosos del tema concerniente a los orígenes del cristianismo formularon la hipótesis de que las partes del Evangelio según San Mateo y San Lucas que coinciden y que no están en el Evangelio según San Marcos habían sido tomadas de textos anteriores y de matrices diferentes a la del Evangelio según San Marcos. Semejante conjetura parece difícil de aceptar porque no cabe imaginarse que San Marcos hubiese podido ignorar la existencia de un documento tan importante sobre la vida de Jesús, lo que mueve a suponer que San Lucas para escribir su Evangelio se valiera del texto de San Mateo. Pero, las autoridades eclesiásticas casi siempre han preferido presentar la Escritura como un artículo de fe, como un texto sagrado, donde cada palabra se deba a la revelación. El examen crítico de los primeros escritos cristianos y de los Evangelios en particular no tiene comienzo hasta el Siglo XVII y debió extenderse al Siglo de as Luces.

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