Los movimientos sociales:Características relevantes y el caso de la República Dominicana (2)

Los movimientos sociales:Características relevantes y el caso de la República Dominicana (2)

POR CARLOS DORE CABRAL
En la entrega anterior, “movimientos sociales: encuadre teorico (1)”, se decia que el esfuerzo hecho alli por colocar la cuestion en su estado teorico actual, perseguia discutir los referentes que son necesarios para explicar las caracteristicas relevantes de los movimientos sociales en general y del caso de  la Republica Dominicana en particular.

Algunas características relevantes de los nuevos movimientos sociales

Una forma de acción colectiva, solidaria y con alto sentido de pertenencia.

Devienen como tal cuando construyen identidades y prefiguran una situación nueva, cualitativamente superior a la que motiva su participación.

Activados alrededor de un conflicto social que puede o no convertirse en central en determinada coyuntura creada por los actores mismos en su interacción con el contexto.

El conflicto suele desplazarse a la esfera de lo cultural.

Se desarrolla y mantiene latente en el entramado de redes cotidianas. No tiene sujeto único sino que construye la unidad por medio de la solidaridad y la persecución de un objetivo común.

Tienden a ser transitorios, desapareciendo de la arena pública una vez conseguido el objetivo.

La resolución del conflicto suele desbordar los cauces institucionales que lo definen.

En América Latina, surgen como respuesta a la situación de pobreza y exclusión que se acentuó con el proyecto neoliberal.

 La intervención de otros actores puede reencauzarlos a la institucionalidad, vía cooptación de sus cabezas dirigentes o la satisfacción parcial de sus demandas.

Acusan altos niveles de movilización y presencia en el espacio público, pero no tienen programáticamente una vocación antisistémica.

Su origen gira alrededor de prácticas culturales de organizaciones civiles.

Movimientos sociales en la República Dominicana

Los movimientos sociales en el país tienen sus antecedentes más importantes en el movimiento campesino que enfrentó a las fuerzas de intervención norteamericana en 1916 y el movimiento obrero de los años cuarenta, constituido alrededor de la industria azucarera para enfrentar la dictadura trujillista.

De igual manera, en la etapa de transición democrática que se abre tras el ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo, emerge un movimiento estudiantil vigoroso que inicia su fase de consolidación con la lucha protagonizada por el sector en la consecución de un mayor presupuesto para la universidad estatal, a finales de los años sesenta.

  Más recientemente, a finales de la década siguiente, específicamente en 1979, nace el Movimiento Campesino Independiente, la expresión más acabada de la lucha campesina sin “narigoneo” gubernamental, con una clara vocación reivindicativa y de articulación con el movimiento obrero. De su interior nace años más tarde la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas, integrando novedosamente la perspectiva de género y la clasista.

Esos movimientos, esencialmente reivindicativos y anclados en su naturaleza por el referente productivo, no resistieron el instrumentalismo de los de izquierda y la política eclosionista y represiva de los gobiernos. Con su agotamiento y desmovilización, el reflujo de masas caracteriza la llegada de los años ochenta.Pero en los intersticios de la cotidianidad urbana latía un sujeto en construcción que irrumpe en el espacio público en 1984, a un año de firmado el acuerdo stand by con el Fondo Monetario Internacional y un día después de una serie de medidas económicas resultado de ese acuerdo, que dificultaban aún mas la vida de las mayorías.

En abril del 84, los pobladores de los barrios periféricos de la ciudad Santo Domingo invaden el espacio público reeditando de manera coordinada una jornada de lucha que dejó perpleja a la “vanguardia política”, incapaz de entender la acción independiente de las líneas generales trazadas desde arriba, a través de los cuadros presentes en la organización de los pobladores.

Ese levantamiento popular, esencialmente espontáneo, si no en su origen, en su diseminación, fue duramente reprimido por las “fuerzas del orden”.

A partir de ese momento surge un nuevo sujeto social. Nuevo porque tiene al territorio (y no a la unidad productiva) como el espacio donde reproduce su práctica social y construcción de cultura. Porque su relación con los partidos políticos (particularmente de la izquierda) es de independencia, de no subalternidad; no rechaza su presencia, pero asume la dirección de su propia lucha. Porque no encarnaba proyectos societales activados por una meta relato alternativo al capitalismo, pero sobre todo, por la diversidad de actores y organizaciones intervinientes, que crearon un espacio de legitimación del liderazgo a partir del compromiso con los fines.

Sin embargo, esa revuelta popular nace sin posibilidades de permanencia: huérfana de una clara identidad y un limitado sentido de pertenencia donde lo espacial no trascendía los escasos límites de la barriada, restringiendo la posibilidad de articulación, archipielagizando su práctica y perpetuando la fragmentación de las demandas.

Los movimientos que le sucedieron agudizaron esas características, incluyendo el distanciamiento de los partidos políticos y el rechazo a los dispositivos que desde lo estatal pretendían situar al movimiento en unos cauces institucionales de por sí frágiles, continuamente transgredidos por la ocurrencia de estallidos súbitos.

La forma en que desde la marginalidad las movilizaciones no encontraron manera de articularse, de agregarse, amplificó el grado de vulnerabilidad frente a los planes desmovilizadores del Gobierno, que de lo punitivo y el castigo pasó a la criminalización de las protestas y la aplicación de planes clientelistas y asistenciales y la infiltración de algunas de las instancias populares más emblemáticas y representativas.

Más adelante, en los barrios capitalinos y de las grandes ciudades, reinventaron una nueva modalidad organizativa: los CLP (Comités de Lucha Popular), que se convirtieron en los mecanismos más efectivos para la expansión y reactivación de la lucha reivindicativa.

Los CLP, sin embargo, insistieron en la lucha espontánea y el predominio de una visión de sustitución de las masas, potenciada, lógicamente, por la presencia de una izquierda incapaz de entender al sujeto como un proceso en construcción. El resultado fue la desmovilización y petrificación del movimiento social. También la imposibilidad de emergencia de un movimiento popular autónomo, visto como un sujeto que encarna una voluntad colectiva. En otras palabras, la encarnación de un discurso y una acción política con una dirección intelectual y moral que no se quede anclada en la coyuntura, sino que trascienda a la estructura y la niegue.

El resultado de todo este período de avances, retrocesos y discontinuidades, es la existencia de un movimiento social grisáceo, brumoso, reactivo y que interactúa hasta confundirse con organizaciones de la sociedad civil sin ninguna o escasa posibilidad de influir en la agenda política.

La conformación del Foro Social Mundial activa su participación y transnacionaliza sus demandas y objetivos, pero su incidencia en la vida dominicana es definitivamente reducida.

No debe terminarse sin establecer un hecho que probablemente distingue a la República Dominicana de muchos países de la región y que repercute como el factor externo que ha condicionado y limitado la emergencia de un movimiento social vigoroso en el país. Es la credibilidad de los ciudadanos en el sistema y los partidos políticos. Desde el Latinobarómetro hasta los estudios nacionales sobre cultura política se evidencia que los ciudadanos prefieren mayoritariamente a los partidos políticos como interlocutores. De manera similar, mantienen un alto nivel de credibilidad y confianza en los poderes del Estado. Tal vez ahí está la explicación más simple.

Hoy, un sujeto tan difuso organizativamente que sólo se le reconoce en encuestas, un sujeto situado en las fórmulas de representatividad de las muestras de ese universo que se llama población, desde su existencia amorfa, reclama derechos culturales como es el caso de la seguridad ciudadana. Pero también, desde las expresiones organizadas de ciudadanos, la sociedad dominicana sabe de movilizaciones tras derechos tan elementales como la seguridad social, la energía eléctrica o la mejora salarial para sectores profesionales. Un movimiento ecologista y uno feminista que construyen identidades sobre demandas que están fuera del estricto ámbito de la producción, pero que no logran ser escuchado por la sociedad a los niveles deseables.

Ese es el espectro en la República Dominicana, donde los estudios de los movimientos sociales son tan escasos como los movimientos mismos.

Este artículo es un resumen de la segunda parte de la ponencia presentada en el IV Encuentro de Biarritz sobre “Movimientos Partidos y Gobernabilidad en América Latina, celebrado en Sao Paolo, los días 1 y 2 de junio de 2006.

Referencias bibliográficas Ianny, Vanna. El territorio de las masas, s/r. Pérez, César y Leopoldo Artiles. Movimientos sociales dominicanos: identidad y dilemas. intec. 1992.

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