Los orígenes del mal

Los orígenes del mal

Teófilo Quico Tabar

Se habla de la corrupción. Se denuncia su existencia en el sector público como privado. Y como no ha habido grandes consecuencias, se crearon los canales de impunidad que la hicieron más expedita.
Muchos proclaman, sean de oposición, gobierno, críticos o sociedad civil, que este mal que afecta la medula de la sociedad debe desaparecer, aunque no se señalan específicamente los factores que la facilitan o permiten. Por eso, vale la pena mirar un poco hacia atrás y analizar, para darnos cuenta de cosas que han ocurrido, que probablemente pudieran ser parte de la genealogía del mal.
No es mi intención señalar épocas, ni indicar cuándo comenzó o se agravó el problema, porque todo ha estado de alguna forma hilvanado; sino simplemente recordar, que este tema que hoy se enarbola como leitmotiv, o como si se tratara de una nueva obra literaria, lo hemos tratado por años.
Me refiero a aspectos que aunque no han estado directamente concatenados, pudieran ser parte importante de ese mal, que algunos incluso definen como un fenómeno humano natural.
Uno de ellos es, no habérsele dado importancia a los meteóricos cambios de vida, económicos y sociales, de gente de la vida pública como privada. Por el contrario, muchos de ellos no solo fueron celebrados a tal punto de que se produjeron asociaciones entre el sector público y privado, sino que se convirtieron en iconos, por conveniencias particulares o grupales.
Porque aunque algunos no quieran darse cuenta, buena parte de la sociedad, pero sobre todo, los que están dentro del sector público o privado, saben o sospechan cuando se crece con rapidez meteórica, económica y de estatus social. Negocios, casas, mansiones, villas, autos, fiestas, prendas, vestimentas, yates, aviones, y mucho más.
Como señal de estatus económico y social, esos iconos se convirtieron en modelos a seguir, sobre todo, por los que su satisfacción fundamental es la riqueza y estatus social. Entonces, los que venían detrás querían lograr lo que habían obtenido los que estaban delante, porque en vez de ser vistos como bichos raros, la sociedad los aceptó como Dones y Señores en todos los segmentos. Repito, en todos los segmentos.
Se sabía o sospechaba que habían existido “facilidades”, compartidas por muchos y anheladas por otros. Como la vieja canción de la Chica del 17, “de dónde saca pa’tanto como destaca”. Porque eso ha estado a la vista de todos, pero prefirieron voltear la cara por razones de conveniencias. Entonces se crearon las correas de transmisión de la concupiscencia.
Así comenzaron a surgir: el tráfico de influencias, violaciones a los escalafones, pagar por la obtención de cargos, encarecerse la actividad política y privada, buscar formas de hacer negocios entre el sector público y privado, romperse sociedades, surgir nuevo negocios, etc.
Para unos era cuestión de convicción, vocación de servicio, o simplemente actividad empresarial; pero para otros, se convirtió en un medio para llegar donde habían llegado los otros, o más allá. Y si continúa ese camino, se pueden confundir los justos con los pecadores. El tema amerita continuar en otra entrega.

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