Entre las ponencias del Primer Congreso Justicia Electoral y Valores Democráticos propiciado por el Tribunal Superior Electoral (TSE), que se verifica actualmente, la socióloga y politóloga Rosario Espinal Jacobo aludió una sombría “lucha feroz entre los dirigentes partidarios para acceder a las candidaturas presidenciales y ahí se produce una lucha muy fuerte”.
En el primer certamen electoral post Trujillo realizado el 20-l2-62, los candidatos fueron el escritor y líder del exilio Juan Bosch y el doctor Viriato Fiallo, el primero, adalid de la izquierda democrática que soplaba en el Caribe, el segundo representaba los intereses de Vicini.
Con la cuestionable tesis del borrón y cuenta nueva, Bosch se agenció el poderoso voto trujillista, contra el látigo racista de Fiallo contra los negritos comecocos, venciendo Bosch en proporción 2×1.
El decursar histórico siguiente, la candidatura Bosch versus Joaquín Balaguer del 0l-06-66 versó en relación del candidato del presidente Lyndon Johnson que era Balaguer, y Bosch que era el candidato de los constitucionalistas, es decir, de la guerra de abril, y Balaguer venció comodamente con Bosch haciendo campaña desde su casa por la radio, y así los viciados torneos l970 -74, hasta el advenimiento del PRD con Antonio Guzmán en l978.
El torneo de l978 agrió hasta sus muertes las relaciones estrechas de Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco por simples pujas grupales, no por formular un proyecto diferente de nación, y así acontece entre Leonel Fernández y Danilo Medina.
Nuestro presidente Medina se obstina en impedir el retorno de Leonel al poder, no por diferencias programáticas de proyectos de nación, sino porque el primero teme que el segundo lo judicialice como hizo Balaguer con Salvador, y en ese contexto, la democracia se volatiliza y demerita, y también sus protagonistas.