Maestros para la esperanza

Maestros para la esperanza

El Día del Maestro que recientemente concluyó, constituyó una oportunidad para resaltar la labor magisterial.

Siempre, y es una tradición, damos las gracias por el desempeño de cada uno y exaltamos la labor que realizan en procura de transferir conocimientos, habilidades y destrezas, con la finalidad de construir competencias que permitan a los estudiantes transformarse en el futuro en ciudadanos de bien que aporten a nuestra sociedad.

La labor del maestro, fundamental para el desarrollo de capacidades, plantea en la actualidad retos muy difíciles.

Los aprendices de estos tiempos se han transformado con el advenimiento de la globalización y la intromisión de las tecnologías de información en la construcción y difusión de nuevos conocimientos.

La democratización y globalización de la información sin fronteras ni barreras establece grandes retos en el aula de hoy. Se establece entonces que la tarea docente provoca a transferir valores y actitudes más que de contenidos.

La relación estudiantes y profesor en los tiempos actuales se da en un contexto socio económico y cultural muy complejo. El inmediatismo, la premura y el cambio de muchos de nuestros paradigmas tradicionales, plantean nuevas necesidades en la visión y actitud del estudiante de hoy.

La crisis de los valores, así como de los principios fundamentales en un contexto en que los ejemplos borrascosos en las acciones de los liderazgos políticos y empresariales han distorsionado totalmente las rutas que conducían en tiempos pasados al éxito profesional.

El trabajo, la honestidad, el respeto a los demás han sido desplazados como prendas indispensables para labrar un futuro por la corrupción, el irrespeto y las ganancias a cualquier precio.

Estos escenarios son lamentablemente con los que el maestro de hoy debe lidiar. No es fácil construir sobre la base de una cultura de valores en nuestras actuales y futuras generaciones.

Es por tanto indispensable y justo empezar a reconocer a aquellos que llamamos maestros y maestras. Exaltemos su valentía e inquebrantable decisión de transferir a sus aprendices de hoy conocimientos y valores que detengan el derrumbe de los pilares de una sociedad del mañana.

No es fácil la labor docente en estos tiempos.

Exige más que nunca de la determinación y aceptación de grandes retos. Los avances tecnológicos y la investigación cambiaron los modelos tradicionales de aprendizaje. Las fuentes ya no descansan en mentes brillantes ni libros de textos tradicionales que se renovaban en nuevas ediciones cada cinco años. Esas realidades colocan al maestro o tutor en una encrucijada interesante. Pero a pesar de la caducidad y efímero de muchos de los conocimientos, los principios universales que rigen la conducta humana dentro de un marco de respeto y apegada a las normas elementales de convivencias, nunca podrán ser modificadas. Se van a mantener intactas en el tiempo y con el paso de los siglos. Y es, queridos maestros y maestros, en esa estela virtuosa y de gran riqueza y fortalezas donde debe operar el nuevo magisterio.

En cada docente hay un modelo particular, único e irrepetible. Aunque enseñen la misma ciencia, cada cual impregnará a sus aprendices con sus virtudes, pero también con sus defectos. En esto radican nuestras capacidades para dejar huellas positivas o negativas en nuestros estudiantes.

Son como los niños, aprenden no solo lo del sílabo sino también de lo que hacemos. Y aunque suene irrelevante, muchos proceden de hogares disfuncionales y están ávidos de recibir lo que no encuentran en sus moradas. Una orientación y la luz en el camino.

El maestro de hoy es sobre quien cuelgan esperanzas y sueños que descansan en las aspiraciones de los miles de jóvenes que cada día entran a sus aulas esperanzados y sedientos de un futuro que les conduzca a la felicidad. Ustedes son los arquitectos de esos sueños.

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