Como dicen que si se mete la pata y se saca a tiempo se queda bien es probable que el Procurador General de la República y el Gobierno (nadie va a convencerme de que el doctor Jean Alain Rodríguez hizo una movida tan arriesgada y peligrosa “atento a él”) crean que saldrán indemnes, como si nunca hubiera ocurrido nada, dándole marcha atrás al ilegal traslado al centro de rehabilitación Haras Nacionales de Blas Peralta, principal acusado del asesinato del exrector de la UASD Mateo Aquino Febrillet, pues tanto en política como en la vida hay ocasiones en que lo que importa es la intención. Y si digo política es porque es lo único que explica que el Procurador se saltara todos los procedimientos legales, incluido notificarle la decisión a la Fiscalía del Distrito Nacional, pues solo la arrogancia de los políticos en el poder es capaz de creer que pueden burlarse del dolor de los familiares de Aquino Febrillet, y por extensión de una sociedad todavía conmocionada por ese crimen, y que íbamos a permanecer indiferentes. Porque hay una cosa en la que debemos estar claros: si la opinión pública no reacciona como reaccionó ante ese traslado Blas Peralta hubiera pasado el resto de su prisión preventiva disfrutando de unas tranquilas vacaciones, sin una vigilancia que lo moleste y la oportunidad, siempre que se haga de manera discreta, de salir de vez en cuando a visitar algún familiar (ya ha pasado con otros presos de confianza en ese mismo resort) o dar un paseíto a la playa. Y como en este caso lo que importa, reitero, es la intención, hay que decir que independientemente de donde duerma Blas Peralta esta noche, o de la risible explicación del Procurador de que en apenas dos días en Haras Nacionales superó el “considerable deterioro” de su salud, el Gobierno ha dado una señal de que está dispuesto a llegar tan lejos para proteger a sus aliados políticos que nos obligará a mantenernos atentos a la próxima maniobra.