Mary Loly de Severino in memoriam

Mary Loly de Severino in memoriam

Mary Loly pertenecía a esa estirpe – cada vez más escasa – de personas cuyo caudal de cualidades es tan abundante que vamos descubriendo, al compás de los años, nuevas facetas de sus talentos, sin que olvidemos un temperamento tan suave como recio, el cual figuraba entre sus encantos y contribuía a hacerla única…
Mary Loly Pérez nació en Asturias, pero abrazó la dominicanidad con una entrega absoluta, combinando entereza, convicción y pasión. Ella sumó la amistad, la familia y el amor, como muy poca gente logra esta simbiosis de valores…
Era para nosotros Mary Loly de Severino, y hubieramos podido decir aun “Mary Loly de Jorge Severino”, y Jorge lo expresó desesperadamente: “Se murió mi Mary Loly”. Entre el maestro de la pintura y la que fue primero su maestra en informática, una historia de amor, una fascinación mútua, iluminaron sus vidas durante más de cuarenta años.
Jorge, el “Principe”, conquistó a Mary Loly , pero fue ella que decidió cuando se unieran.
Se vislumbraba en Jorge un artista de porvenir, pero fue Mary Loly que lo comprometió definitivamente y lo lanzó a una carrera de riesgos y de gloria.
Mary Loly nunca dejó de acompañar a Jorge, pero siempre lo dejó decidir acerca de sus cuadros. Estaba junto a él para llevar su porvenir adelante, pero veneración del amado admirado se fundía con respeto…
Hasta los instantes fatídicos, Mary Loly se preocupó por Jorge y el legado público de su excelencia pictórica. Fueron las últimas palabras que escuchamos de su voz firme y quebrada: “No quiero dejar a Jorge sin que tenga su libro”…. Mary Loly cuidó y compartió sus exitos, le puso el esmero de la promoción y gestión en arte, otro talento que ella manejaba en experta.
Recordamos con emoción a La Galería, punto de encuentro más que de venta y exposiciones, que Mary Loly administró y (di)rigió, durante más de dos décadas, antes de la partida a Madrid, tras ser nombrado Jorge consejero cultural de la Embajada. Y, dentro de una particular discreción para hablar de si misma, Mary Loly apenas mencionaba que aprovechó la estancia diplomática para cursar una maestría en arte. Mary Loly desarrolló una gran profesionalidad en la investigación y la evaluación de obras de arte. Coleccionista ella misma, sabía encontrar para las colecciones personales e institucionales, piezas sobresalientes… Pues, aparte del valor intrínseco de una pintura, ella se preocupaba para que el lienzo correspondiese a la psicología del coleccionista y sus preferencias.
Si el amor por Jorge y de Jorge por ella fue un romance real-maravilloso, Mary Loly era también la amiga a la que se podía acudir siempre. De una generosidad y un altruismo inolvidables. Anfitriona excepcional, ella practicaba el arte de la gastronomía, con una competencia fuera de serie… lo heredaba de su madre, cuyos “caldos” siempre alababa.
Y, justamente como hija, luego como madre y abuela, Mary Loly, querendona, tenía un sentido natural y profundo de la familia. Ella adoraba a sus prójimos, y ellos la adoraban. ¡Cuán a menudo la casa de Mary Loly y Jorge se animaba de esos ágapes, reuniones, abrazos, cuentos y risas familiares!

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