“MÁS ALLÁ DE LA ALTERIDAD”

“MÁS ALLÁ DE LA ALTERIDAD”

Hemos pensado siempre que una galería de arte puede llenar las funciones que suelen atribuirse a un museo. O sea, la curaduría, la investigación, la educación, la animación, la interactuación con el público.
Esos valores identifican a ASR Contemporáneo, cuya directora, Paula Gómez, despliega una labor plural y ejemplar, estimulando el aporte de los artistas visuales, favoreciendo la creatividad de los establecidos, abriendo porvenir a los emergentes… en fin, compartiendo reflexión y estética.
No hay mejor testimonio de esta polivalencia que la actual colectiva, con veintitrés participantes, alternando pintura, dibujo, fotografía, técnicas mixtas y materiales varios, donde las piezas escultóricas se yerguen cual centinelas del conjunto.
“Más allá de la alteridad” se ha ido celebrando en el período que se dedica a la mujer, rindiéndole hoy justicia y respetando necesariamente una igualdad de condiciones con excepción de la fuerza bruta… Muestra y demuestra que los talentos femeninos alcanzan una diversificación insuperable en temas, formas, y cualidades, en potencia como en sutileza.
Nos convence también el obvio diálogo expositivo, sin discriminación, de personalidades afianzadas con una pléyade de jóvenes “primicias”. Esta concepción favorece a unas y a otras.
Homenaje a Soucy de Pellerano. El punto de partida no podía ser mejor: rendir tributo a una artista de excepción, magistral en su indómita creación plástica como en su enseñanza que enardecía las vocaciones. A Soucy de Pellerano la han llamado gran maga del arte dominicano, pionera del reciclaje y la resignificación de los residuos industriales, emblema del paso de lo moderno a lo contemporáneo, afirmando que si no existiera habría que inventarla. ¿Quién como ella doblegó el metal a sus caprichos de creadora genial? Si, por sus audacias, la comparáramos a una artista internacional, sería a la franco-brasileña Louise Bourgeois que evidentemente dispuso de mayores medios…
En Soucy hubo hasta el final convicción, energía, pasión y logros únicos en su tiempo: placas radiográficas encoladas, voraz y enorme “maquinotron”, burlonas y retadoras instalaciones, arriesgados “performances”. ¡Todos finalmente irresistibles!
Esta exposición nos enseña que también fue una pintora y dibujante especial… además de que su pequeña escultura merecería llevarse a escala de monumento.
Que nos permitan agregar que Soucy de Pellerano fue excelente esposa (¡cómo la recordamos junto a “don” Federico!), madre, amiga, caudal de generosidad, modestia y virtudes cotidianas.
Afirmación y retrato. Y Soucy hubiera disfrutado mucho esta exposición… Nos atreveríamos a decir que ella está presente en la propuesta, en la definición de una autoría femenina por las obras aquí presentadas. No las vemos ni las sentimos como “arte de resistencia”, sino “arte de afirmación”.
En esta afirmación la mujer se presenta, se designa, se impone. Ella es cuerpo, de anónima y escondida en trapos como las afganas de Macarena Wall hasta la plenitud desbordante, exhibida y triunfante, como la diva de Guiomar Álvarez.
Frecuentemente, se trata de un (auto) retrato –implícito en toda creación–, pero aquí indiscutible aunque no se identifique como tal. Incuestionables al respecto son Kilia Llano –magnificada y chorreando lluvia–, Ana Sofía Battle de cara “autocastigada” (también tiene una estupenda individual, curada por Paula Gómez, en Casa de Teatro), Mabel Manzano vuelta efigie y memoria de Soucy de Pellerano, Laura Franco, elocuente desde la multiplicación profesional y largos “cuellos blancos”, o Irene Sierra, tan mítica como poderosa y magistral en tres dimensiones.
La maternidad, privilegio y/u obligación, se transparenta dramáticamente en Miguelina Rivera, o su autoanálisis enfrenta acogida y acoso en Heidi González.
Iris Pérez propone una lectura corporal ambigua de seducción y agresión, cuando Thelma Leonor insiste más en la realidad social (de)construyendo siluetas. Ginny Taulé, entre risa y risos, ensortija mechones infinitamente, y Yolanda Naranjo borda… para plasmar tradición y dos generaciones felices.
Representación e identidad. A veces, la artista magnifica o despliega objetos que de inmediato la hacen reconocer, así la cascada expresionista de sillas por Ileana García, o el globo liberador y proveedor de sueños de Melissa Roedán, también el reflejo siempre confrontado en la fotografía de Mary Rosa Jiménez, o la imagen fotográfica de Miriam Calzada, poeta visual de la naturaleza.
Acerca de Ching Ling Ho Shum, sus orígenes son inconfundibles en aquel paisaje, panorama y miniaturas…
La arquitectura gesta las artes plásticas y gráficas en sus más diversas expresiones: varias expositoras son arquitectas. Así se revela Guadalupe Casasnovas, con sus construcciones minimalistas cuyas transparencias cantan al color, y María Cantisano, cuyas fachadas rosadas recuerdan la paleta del cineasta Wes Anderson. Luego, Anabella Cordero alegoriza la belleza, al plegar y tesorizar organdí.
Fuera y dentro del contexto… encontramos dos obras estremecedoras: el ensamblaje/reciclaje impactante de Ani Mederos – que expone actualmente en el Museo Fernando Peña Defilló–, y el revólver en neón de Marolyn Medina, cuya irradiación y encanto advierte: ¡sabemos defendernos!
Nuestro comentario se limitó a una brevísima referencia para una gran exposición que debe ser apreciada en su importancia y singularidad, asegurando que este siglo XXI es –también– el de la Mujer Artista, ciertamente “más allá de la alteridad”.

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