Más, cada vez más

Más, cada vez más

Mutiladas, desfiguradas, disminuidas, con el cuerpo marcado, hollado, esquilmado. Aterrorizadas. Sin voz ni aliento, cimbreantes, cautivas del maltrato que encubre, con excusas torpes, a veces convincentes, el escarnio, la tortura doméstica, el abuso.
Vencidas. Repiten esa rutina de asfixie y pescozón, de estruje e insulto. La humillación perenne que la muerte aplaca. Inermes. En ocasiones, claman por la estocada, quieren el disparo. Piden el desenlace para terminar la costumbre del empujón y de la amenaza, del moretón en la mejilla, de párpados hinchados, coyunturas entumecidas, extremidades quebradas, dientes menos, rasguños en las muñecas, en los tobillos. Es el horror que hermana, derriba paradigmas, atraviesa fronteras. Es el temblor de la impotencia que abarca el orbe y deja el grito como testimonio, cuando las tumbas retan legalidad y convierten en salmodia las consignas. República Dominicana es, actualmente, el tercer país de la región con mayor tasa de mujeres que pierden la vida a manos de uno o varios hombres (CEPAL, UNPFA).
Las cifras de espanto están presentes por doquier, circundan el planeta, desafían mensajes de paz y amor. Enturbian la conciliación. Más allá de la misógina de estado, de las culturas de lapidación y ablación, el temor azota y desanima, congrega para buscar respuestas que no encuentra. Porque la salvación no estuvo en el texto que se pensó salvífico. Es un laberinto, una ruta fatal de sangre, insensatez y burla. Es otra generación que inflige el daño, esa que conoce consecuencias y ha visto cómo el hábito de otrora, tiene categoría de infracción. El ahora carece de ilusión, ya existe la Ley 24-97.
Cada 10 minutos en el planeta, un hombre mata a una mujer “que es o ha sido su pareja”. El dato tiene connotación bélica, de exterminio. Y no hay entente, pactos, ni alianzas, para el repudio. El editorial del periódico español El País – 20.XII, 2016, pedía una estrategia diferente. “Es preciso diseñar un nuevo sistema de prevención activa y aplicar medidas más eficaces de protección. Ese debe ser el objetivo prioritario del acuerdo que las fuerzas políticas han de adoptar para revertir la actual situación. Es importante tomar conciencia de que la relación de dominación que implica la violencia doméstica deja a muchas de las mujeres que la sufren sin capacidad para intentar siquiera defenderse.”
El año recién concluido se caracterizó por el recrudecimiento de la violencia contra las convivientes, violencia que abarca descendientes, ascendientes, colaterales. Muerte para todos. Ocurre en los antípodas y aquí. El empalamiento de la joven Lucía Pérez en Argentina -Mar del Plata- provocó repulsa y estupor y reinició la campaña Ni una Menos. Centenares de víctimas están en juzgados, sanatorios y camposantos argentinos. El método usado allá se repite aquí y acullá, como si fuera un acuerdo entre bárbaros. Jóvenes decapitadas, embarazadas, son lanzadas por barrancos, las envuelven en plásticos, las esconden en cisternas. Menores presentes al momento de la muerte son eliminados, también abuelas, vecinas, suegras.
La Unidad de Sociedad Civil del Observatorio Político dominicano-OPD- de FUNGLODE presentó el 8 de noviembre 2016 los resultados de un estudio que demuestra el aumento de la violencia contra las mujeres. Flor Batista Polo, investigadora, afirma que “A pesar de los esfuerzos y las políticas públicas, programas y legislaciones desarrolladas, las cifras de mujeres que pierden la vida a manos de uno o varios hombres aumenten año tras año. Las armas de fuego sustituyen el cuchillo y el puñal. Además, el 42. 8% de las usadas para agredir a las víctimas era ilegal. El trabajo usó los datos del primer semestre del 2016. La edad de las víctimas es de 15 a 69 años, la edad promedio de los agresores, 37 años. Los motivos para agredir: celos y la negativa a reiniciar la relación. La contundencia de la investigación debe motivar. El empiece de año entusiasma. Es momento para preguntar: Qué hacer. Se pensó que con lo hecho bastaba, así no ha sido. Cada día hay más víctimas.

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