Aumentar los cuatro peajes que dan acceso a Santo Domingo, en sustitución del impuesto a las placas equivalente al 1% del valor de los vehículos, sería una decisión opuesta al compromiso del Gobierno, de ir eliminando el carácter regresivo de nuestro sistema tributario. El costo extra del peaje afectaría a los que crucen por esas estaciones, sea en el más lujoso carro del año o en la chatarra más destartalada, pero también a pasajeros y usuarios del transporte de carga, a los que se les transferiría ese costo a través de pasajes y tarifas.
En cambio, el impuesto a las placas afectaría directa y proporcionalmente a quienes tienen vehículos, de manera que el dueño del carro más caro pagaría más que el propietario de la chatarra más destartalada y barata. Y contrario a lo limitado de los cuatro peajes de acceso a Santo Domingo, sería un gravamen de alcance nacional. Sería una forma más justa y equitativa de procurar ingresos tributarios.
Al margen de las consideraciones anteriores, llama la atención el hecho de que la voz cantante en este tema de índole tributaria la ha llevado el Ministerio de Obras Públicas, que no esconde su interés por evitar el alza directa a las placas. El país tiene que trabajar por un régimen tributario más justo, para que paguen más los que más tienen.
Penetración y profilaxis
El mes pasado, el procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito, dijo a la prensa que un narcotraficante de San Cristóbal pagaba seis millones de pesos a la dotación policial de esa ciudad. Cuando se produjo esa declaración, ya la jefatura de la Policía había admitido que eso estaba ocurriendo y había tomado medidas contra los policías. En ambos casos, la fe pública de las fuentes no dejaba dudas de la gravedad de la penetración del narco.
Ahora son moradores de Herrera y Los Alcarrizos los que afirman que hay en esos sectores policías vinculados a los narcotraficantes. Si ocurrió en San Cristóbal, no sería nada extraño que esté pasando en Herrera, Los Alcarrizos y otros sitios. La gente de esos lugares también tiene cierta fe pública por estar inmersa en el foco del problema y sufrir las consecuencias. La profilaxis tiene que ser una práctica constante, o nos hundiremos como sociedad.