¡MÁXIMO CAMINERO TERRITORIO DE GUASÁBARA!

¡MÁXIMO CAMINERO TERRITORIO DE GUASÁBARA!

La tarde bufa, fulgurante y achinada del domingo 16 de febrero del 2014, Máximo Caminero visitaba el Pérez Art Museum Miami (PAMM), buscando disfrutar la retrospectiva “¿According to what?” de Ai Weiwei (1957), el más intrépido y heroico antagonista de los artistas chinos contemporáneos. De repente, Caminero bordea el filo del “trance” y queda frisado ante la instalación “Colored Vases”, compuesta por 16 jarrones cerámicos de la Dinastía Han (alrededor de 2.000 años de antigüedad), teñidos por AW con unos vivos y caprichosos colores industriales en una especie de bravata destructiva contra la tradición cultural China, excesivamente soberbia y esmerada cuando sobre su larga Historia y reliquias milenarias.
La instalación fue dispuesta ante el impactante tríptico fotográfico en blanco/negro que registra la acción “Dropping a Han Dynasty Urn” (1995), en la que el chino destroza imperturbable unas vasijas ceremoniales Han. En una súbita conexión de espíritu crítico-destructivo con AW, Caminero se aproxima demasiado a “Colored Vases”, tomando con sus manos uno de los jarrones pintados de verde y lo hace añicos, estampándolo contra el piso, mientras el guardia de seguridad del PAMM apenas tenía tiempo de vocearle: “Hey, hey, please don’t touch mr”… entonces, fue en Miami, Pekín, Londres, Nueva York, Santo Domingo, La Habana, Madrid, Nueva Delhi, Estambul y todo el planeta-¡oh my God…el estupor!-…
Horas más tarde, el reconocido artista dominicano basado en Miami durante más de tres décadas, justificaba su destructiva acción performativa como protesta política contra la supuesta exclusión de los artistas locales por parte del PAMM. Desde luego, su pulverizador arrebato le costaría un breve arresto policial; un juicio por “acto de vandalismo y conducta criminal”; el pago de US$10.000 a su colega chino; la prestación de 100 horas de servicio comunitario y su puesta a prueba durante 18 meses ante Establishment ya que las primeras declaraciones de la policía de Miami señalaban que el jarrón “supposedly millennial” que Máximo Caminero había desmigajado contra el suelo del PAMM, costaba la friolera de US$1.000.000.
La alucinatoria, dialógica y ética conexión entre Ai Weiwei y Máximo Caminero, desataría el debate visceral sobre el vandalismo y la “opción destructiva” en el arte contemporáneo. El caso ocupó espacios y tiempos estelares en las redes sociales, los medios de comunicación y publicaciones especializadas de todo el globo terráqueo: The Miami Herald; Miami New Times; Univisión; CNN; BBC; New York Daly News y The New York Times. Desde Londres, el puntilloso crítico Jonathan Jones preguntaría “¿Quién es el vándalo: Ai Weiwei o el hombre que aplastó su urna Han?… El proclamado motivo de Caminero…accidentalmente, ha perforado un enorme agujero en la lógica del arte contemporáneo”. (The Guardian, 18.02.2014).
La impresionante efectividad expresiva; las intensas pulsiones críticas y existenciales; la sutileza del vuelo conceptual que impregna el trazo identitario y la vivacidad del pensamiento estético que sostienen las penúltimas pruebas del fructífero proceso creador que Máximo Caminero desarrolla y depura durante los últimos cinco años, nos advierten que el competente y brillante artista dominicano contemporáneo, ha conjurado de forma impecable las intempestivas “antinomias” que incidentalmente pudieron haber signado su fortuito y espectacular rebote hacia las “sublimes” y siniestras órbitas que aún traman y ansían a rajatabla los truchimanes de la fama y el estrellato del “art World”.
En efecto, en la más reciente producción simbólica de Máximo Caminero, sobresale un conjunto de obras caracterizadas por su extraordinaria fuerza expresiva y su inaudito potencial evocador. Sus principales atractivos y valores estéticos se manifiestan mediante unos particulares niveles de especialización en el tratamiento de la forma, el color, el diseño, el ritmo y el gesto discursivo, además del sugestivo y desquiciante torrencial imagético que arde enriqueciendo la superficie y el espacio pictóricos.
Se trata de algunas pinturas que admiten su apreciación como obras mayores, tales como las tituladas “Caribe fuerza” (2014); “Cien formas de pensar” (2013); “Sacudiendo el Alma” (2017); “Hologram” (2018); “Beyond the Sun” (2018) y “Find yourself” (2018), así como varias obras de la serie “Territorio Guasábara» (2018), en las cuales Máximo Caminero sigue abordando de manera brillante el viaje alucinante hacia la semilla ontológica; el sentido de la tierra; las profundas escisiones de la memoria identitaria; la espiritualidad; los signos culturales ancestrales; las mitologías de la violencia; las paradojas psicohistóricas y los rituales del caos cotidiano en el Caribe contemporáneo.
Precisamente, hacia las claves del enigmático repertorio sígnico que estalla en esta serie, nos ilumina el mismo Caminero: “Guasábara es rebeldía, bulla, grito, algarabía, rebelión y estos cuadros no evocan menos que eso. Movimientos audaces que quieren salirse de la tela y otros que marchan como una procesión hacia un destino incierto. La batalla se siente en los choques de tonos y de líneas que se entrecruzan buscando imponerse. No podía definir estos territorios de otra forma, intentan marcarnos el camino andado y el que posiblemente tengamos que andar de nuevo…y ojalá no sea así”…

Publicaciones Relacionadas

Más leídas