Mejor la historia

Mejor la historia

El jueves pasado hubo mención. Imposible pensar en la omisión rotunda. Hubo misas, conferencias, semblanzas. Sin embargo, después de tantos favores, pensiones, viviendas, consulados, embajadas, becas, pitanza, sentencias, amnistías. Después de tantos pactos, concesiones, frentes, alianzas, chivas amarradas. De tanta obsecuencia soterrada y tanta admiración, cada vez más, el resabio contra Joaquín Balaguer Ricardo, nacido un primero de septiembre del año 1906, pierde contundencia. El mustio pudor de algunos deslució la efeméride. Ya no les luce la proclama de sus hazañas. Las repiten en espacios sin contradicción. Rodeados de contertulios que asienten, fascinados con la leyenda y omiten o justifican la claudicación. Develados los misterios, es impropio presumir. Resistieron y se plegaron. Forjaron su biografía encaramados en un antibalaguerismo que perdió vigencia. Y por más que zarandeen al personaje, para acomodarlo a sus principios, el hombre los venció.
Mejor la historia. Evaluar el contexto y los datos, las cifras de desaparecidos y muertos y cotejar los hechos. Mejor descubrir las delaciones y conocer las órdenes de exterminio. Mejor los documentos desclasificados, esos que Bernardo descubre, acopia y difunde, aunque algunos rezonguen. Acostumbrados a las fábulas, a esas mentiras que sirven para erigir altares, pretenden desconocer las evidencias. Porque existió Plan Altagracia y Plan Kennedy y los cívicos supieron negociar, durante el difícil período de la transición, antes de las elecciones del 1962. (Intimidades en la Era Global. Memorias de Bernardo Vega Boyrie).
“El pulpero de Navarrete”, el “muñequito de papel”, fue el hombre necesario y confiable entonces, descartado por EUA como candidato en esas primeras elecciones post tiranicidio, pero imprescindible para la negociación y reserva para cualquier contingencia. En el 1966 su triunfo estaba pautado por las circunstancias. En su discurso de toma de posesión proclamó: “Si los partidos de oposición, inclusive los grupos de extrema izquierda y de extrema derecha, se lanzan a una labor desenfrenada y tratan de desarticular la vida del país y de quebrantar sus principios, es lógico que la convivencia se hará imposible y que el gobierno se verá empujado a actuar con drasticidad y hacer frente a la actitud subversiva….” y así actuó.
Mejor la historia, porque ese “instrumento del destino”, tanta suerte tuvo que fue sumando “uno a uno como caballeros y todos juntos como malandrines” a sus adversarios, a sus víctimas, a sus huérfanos y viudas, a sus humillados y ofendidos. Bautizado por Estrella Ureña como “el mejor orador del Partido Republicano”, desde el primer día, hasta el último, de sus posibles 96 años, la codicia y la genuflexión, el oportunismo y la cobardía, se prosternaron ante la sagacidad del político, poeta, ensayista, sempiterno funcionario de la tiranía.
Confesó, que uno de sus secretos para el éxito fue saber esperar. El “hijo de una masa de pan y de un comerciante honrado. Tímido para las faldas, audaz para la metáfora, calculador como soltero, enloquecido como amante (Manuel del Cabral. Historia de mi Voz)”, hizo de la paciencia hábito y ganó siempre. Cuando no estuvo en Palacio estuvo en el poder, cuando no firmaba decretos, los sugería. Un receso de 8 años sirvió para validarlo, para preparar un retorno triunfante, con aires de renovación, con la pretensión de conjurar el vendaval de oprobio de los 12 años. A pasito lento, el consejero obligado para cualquiera que aspirara a prevalecer como figura pública, recuperó su despacho. En sus Memorias, publicadas en el año 1988, escribe: “El enemigo de hoy puede trocarse mañana en el mejor colaborador y en el mejor amigo. Muchos de los que en 1961, tras la caída de la dictadura de Trujillo, abogaron porque se me condenara a una especie de degradación cívica, se convirtieron más tarde en mis partidarios más apasionados.” Esos “muchos” se multiplicaron. Murió consagrado como “padre de la democracia dominicana” y la solicitud no provino de sus huestes. Zarandear al personaje, para adecuarlo a las transacciones, no procede. Mejor acudir a la historia para evitar sonrojos y equívocos.

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